El internet como medio de comunicación dominante ha significado cambios en nuestros hábitos de lectoescritura. En ese contexto, el lenguaje hablado y escrito se mezclan con imágenes, gifs, emojis que resultan en nuevas formas de comunicación dentro de una dinámica global, inmediata y por momentos homogeneizante. Dichas formas suceden en un vaivén entre el habla y la pantalla. En un libro publicado recientemente, Gretchen McCulloch extiende las reflexiones de lingüística pop inglesa que comparte desde hace años en su blog All things linguistics y su podcast Lingthusiasm. Esto nos obliga a pensar cómo sería la lingüística pop del internet en español.
El célebre lingüista irlandés David Crystal publicó The Cambridge Encyclopedia of Language: una guía completa para entender la evolución y las mutaciones de la lengua inglesa. El libro incluye mapas que desglosan la geografía del lenguaje y los dialectos de Reino Unido; estadísticas sobre el lenguaje hablado; artículos periodísticos que detallan el slang de cada región haciendo comparaciones culturales entre el inglés británico, el estadounidense y el australiano. The Cambridge Encyclopedia of Language se ha editado tres veces: la primera en 1987, la segunda en 1997 y la tercera en 2010. A Crystal y a sus colaboradores les toma mucho tiempo actualizar y corregir la Enciclopedia, pues la lengua es un organismo fluctuante: se mueve tan rápido que registrarla se siente como un calvario en espiral.
He notado que hay una discusión incesante sobre el hecho de que el lenguaje se mueve más rápido que nunca. Infinidad de usuarios de internet y detractores del mismo se preguntan (muchas veces con repulsión): ¿por qué el lenguaje cambia tan rápido? Para responder esto, me parece necesario replantear la pregunta, agregándole honestidad. Para mí quedaría más o menos así: ¿por qué podemos darnos cuenta de que el lenguaje cambia tan rápido? La respuesta está en el título del nuevo libro de la lingüista canadiense Gretchen McCulloch: Because Internet (Porque internet).
Los humanos tenemos la irresistible necesidad de comunicarnos, la prueba está en que nos la hemos ingeniado para mejorar y detallar cada vez más las herramientas tecnológicas para hacerlo: la tradición oral, los jeroglíficos tallados sobre piedras, el papel y la tinta; el telégrafo, la fotografía, el teléfono, la radio, la televisión y, por fin, el internet y sus diferentes plataformas. En su libro, Gretchen McCulloch nos habla de la historia del lenguaje de internet y sus cambios a lo largo de casi tres décadas.
McCulloch comienza hablando sobre el lenguaje informal: la manera en que nos comunicamos todos los días fuera del lenguaje académico, laboral o burocrático. Señala que la virtud de este tipo de comunicación es el uso creativo del lenguaje. Hablando del lenguaje de internet en específico, se refiere a las estrategias creativas que empleamos para comunicar nuestras ideas y emociones sin ser demasiado transparentes. En la actualidad, los chats (la nueva variación de la lengua hablada) nos permiten traducir nuestras emociones y gestos de una manera más efectiva.
McCulloch examina las ideas que tuvieron los habitantes de otros siglos para señalar ironía, sarcasmo, detonantes cómicos y demás gags de la comunicación oral dentro de la comunicación escrita. Uno que me pareció de lo más simpático fue el signo de interrogación espejeado [⸮]. Este curioso fenómeno gráfico lo propuso el impresor inglés Henry Denham en 1575, para identificar visualmente las preguntas retóricas. ¿A alguien le suena familiar? ¿Un símbolo para resumir una reacción? ¿Una emoción representada por una imagen gráfica que no es una letra? McCulloch siembra la idea de que el olvidado ⸮ es un ancestro de 🙃 y tal vez de 😐.
Because Internet incluye un capítulo completo sobre la historia de los emojis: sus orígenes, su evolución, la demanda de nuevos emojis por parte de los usuarios, la razón de estos reclamos y lo más relevante: el hecho de que ya forman parte de nuestra cultura. Basta con observar con detenimiento nuestros chats, los pies de foto de nuestros posteos de Instagram o los peluches y chocolatitos en forma de 💩que venden afuera de su estación de metro de confianza. El uso que hacemos de los emojis y de los memes (McCulloch incluye, también, todo un capítulo sobre los memes) es una responsabilidad del usuario y su creatividad. Esta depende, claro, de su consciencia y contexto, pues al navegar en internet no dejamos de lado nuestros vicios o virtudes humanas y sociales. La aldea global se vuelve real gracias al uso de estos nuevos recursos comunicativos, pues, como bien señala la autora en su capítulo final: el internet se ha convertido en la vida real.
La mayor virtud de McCulloch como escritora, además de su evidente pasión por el tema, es su lucidez y su empatía con el lector. Cada oración de Because Internet lleva implícita la presencia del lector; la autora da por hecho que quien lee, de algún modo, ya está alojado-en y arropado-por el internet y no descuida a ninguna generación de usuarios. Desmenuza cada decisión inconsciente que los usuarios toman durante sus conversaciones cotidianas y explica la razón cultural y lingüística de cada una. Because Internet es un libro ágil y disfrutable que pedalea (por el momento) lado a lado con la lógica de este siglo. Sin embargo, hay un detalle que vale la pena mencionar, sobre todo para quienes están leyendo este artículo en su propia lengua: Because Internet es un libro que habla sobre la lengua inglesa; apenas si menciona las lenguas romances, eslavas o germánicas. ¡Mucho menos las lenguas que no derivan del indoeuropeo!
En una parte McCulloch habla sobre el origen y el desarrollo de “lol” (laughing out loud). Al leerla noté que a pesar de que algunas cosas coinciden con nuestro uso habitual del acrónimo, hace no tanto este se bifurcó culturalmente, pues los hispanohablantes (al menos en México) lo utilizamos para resumir situaciones cómicas que a los angloparlantes no les resuenan. Un ejemplo es la afamada frase: “lo hizo por los lols”. El español destila el acrónimo “lol” y lo convierte en un nuevo sustantivo con intenciones cómicas. Un ejemplo personal que puedo dar al respecto es un chiste que tengo junto con algunos amigos: cuando alguien hace algo que carece de sentido o acciona sin pensar mucho en las consecuencias, le decimos: “es porque eres un yolo” o “equis, somos yolos”. Es decir, nos apropiamos del acrónimo “YOLO” (you only live once) y lo convertimos, casi casi, en un pronombre personal.
Al discutir el contenido lingüístico de este libro con una colega traductora, nos planteamos una pregunta: ¿cómo traducir este libro al español? Es complicado, puesto que la meticulosa investigación tanto académica como de campo que hizo Gretchen McCulloch es sobre la historia de la lengua inglesa en el internet; la historia de la lengua hispana en el internet es cosa a parte. Una de las posibilidades de traducción que planteamos fue hacer una edición crítica con miles de notas y una larga introducción que detalle circunstancias que, de entrada, solo tendrían sentido para los angloparlantes. La otra opción sería duplicar el libro y añadir un paralelo cultural del español por cada tema que se trate del inglés. Más nos valdría escribir otro libro, hacer una investigación por nuestra cuenta.
Para escribir Because Internet, McCulloch consultó Twitter, Tumblr, Facebook y algunos foros de discusión sobre la lengua: fuentes que no se hubieran considerado confiables hace una década debido a su “falta de seriedad”. La cosa es que este tipo de plataformas, a pesar de no albergar a todos los usuarios de la lengua, son nichos donde se han gestado nuevas variaciones del habla y, al menos en este momento histórico, resultan confiables para registrar el momento comunicativo donde estamos parados. Aquí me gustaría citar a McCulloch:
Cuando eliges cómo puntuar un mensaje de texto, ¿quién es la autoridad imaginaria en tu cabeza? ¿Es la norma prescriptiva de una autoridad desconectada? Por ejemplo, algún maestro de inglés que tuviste o un diccionario. ¿O es más bien la sabiduría colectiva de tus colegas conectados: la expectativa de su reacción emocional a tu tono de voz tipográfico? ¿Tu escritura informal está orientada hacia el conjunto de normas que pertenecen al Mundo conectado o al desconectado? (Traducción de la autora)
Who is the imaginary authority in your head when you choose how to puncuate a text message? Is it the prescriptive norm of an offline authority, like your former English teacher or a dictionary? Or is it the collective wisdom of your online peers, the anticipation of their emocional reaction to your typographical tone of voice? Is your informal writing oriented towards the set of norms belonging to the online World or the offline one?
El hogar más reciente de la verdad del habla no se halla en los textos académicos, sino en lo que redactan las personas en sus redes sociales. Asimismo, cuando escribimos un mensaje en línea, nos guiamos por las normas y las convenciones implícitas en estas plataformas. Hay que recordar que los diccionarios de pasta gruesa, editados por instituciones con lemas tan absurdos como “Limpia, fija y da esplendor” no son manuales de reglas, sino acartonados registros de lo que nace del habla.
En el Nuevo Continente no tenemos, todavía, un obsesivo David Crystal que emprenda un viaje ideológico y geográfico por el país para explicarnos las variaciones de nuestro español latinoamericano (me parece que lo más cercano que hemos tenido ha sido María Moliner). Mientras no lo haya, yo diría que seamos observadores activos de nuestra comunicación en la red y que leamos Because Internet con la distancia cultural pertinente y con el deseo de estudiar los yolos y los lols de nuestro propio territorio digital.
Viera Khovliáguina
Viera Khovliáguina nació en San Petersburgo pero vive en la Ciudad de México desde hace más de veinte años. Es dramaturga egresada del Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la UNAM; traductora literaria formada en el DFTL de la ENALLT e ilustradora amateur.