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Y esa grieta, ¿ya estaba o es de ahora?

Por Anabella Pareja /

7 nov 2017

Este texto se construye a partir de la apropiación de muchas voces con las que me encontré en las redes sociales, a partir de los terremotos de septiembre de 2017 en México. No recuerdo nombres. Las frases, las palabras fueron quedando grabadas en mi cabeza y hoy me encargo de colocarlas en otro lugar. Gracias a todos los que al hacer uso de estas tecnologías permiten  visibilizar estos aspectos. Los he leído y pensado con mucha atención.

Vivo en la Ciudad de México mi experiencia se reduce principalmente a esta urbe. La intención del texto sería tocar a cualquiera, viva donde viva, sea de donde sea. Considero que, después de esta experiencia, un desastre natural puede tener  la capacidad de desdibujar cualquier territorio.

 

6 de septiembre cerca de las 19:30h, después de una buena tormenta en la CDMX, suena la alarma sísmica. Como si todos supiéramos de antemano que era falsa alarma, salimos casi por obligación a la calle, si es que nos habíamos animado a salir. Minutos después, las redes sociales se poblaron de memes, quejas contra el Jefe de gobierno, el hecho se leía como si aquel, una vez más se encargaba de alarmarnos sin motivo alguno.

 

7 de septiembre, cerca de las 23:50h vuelve a sonar la Alarma Sísmica.

—¿Salimos? ¿Sí? ¿No?

—Se están moviendo las lámparas.

–—Es en serio.                              

Un terremoto con epicentro en Chiapas nos sacude por un largo rato, al menos así se sintió.

—¿Viste las luces en el cielo?

 

En la Ciudad de México nos salvamos de la tragedia y considero que nos olvidamos un poco de qué pudo haber pasado en los otros estados del país. Memes, miles de versiones sobre esas luces que apreciamos en el cielo, mucho humor —un poco nervioso, pero con mucha gracia: “Elapocalitsis, ora sí.” “Cuando se acabe el mundo, ¿dónde van a poder tuitear? “Se los dije”. “Ya díganme que las luces que había en el cielo durante el temblor eran relámpagos, para dormir tranquilamente.” “Yo tengo preparada mi mochila de emergencia: traigo agua, radio de pilas, incompetencia y angustia existencial.” “Gente no duerman bichis (desnudos) que es septiembre y ya saben lo que pasa.”

Algún comentario me lleva a otras reflexiones: “Nos reímos porque no fue trepidatorio*[1], sino no nos estaríamos riendo tanto.”

 

Por primera vez, que yo recuerde, tengo la oportunidad de usar el Safety Check de Facebook; es eficiente sí, pero algo no me convence de usarlo, me da un poco de vergüenza no sé por qué. Prefiero preguntar y que me pregunten cómo estoy, como en los viejos tiempos.

Leo por ahí algo así: “Todos se sienten a salvo con el Safety Check, no se dejen engañar, no estamos a salvo de nada.”

Uno o dos días después de este primer movimiento, comienzo a ver las convocatorias de centros de acopio y las movilizaciones de ayuda para Juchitán. Después, mis redes sociales vuelven a la normalidad, o relativamente: seguimos preguntando dónde está Santiago Maldonado y lamentablemente nos enteramos de otro feminicidio en Puebla, que adquiere un carácter fuerte de inconformidad, “Mara Fernanda Castilla Miranda: Gritamos tu nombre.” El 17 de septiembre salimos a las calles a marchar por ella y por todas las que nos faltan.

El 18 de septiembre, a pesar de nuestros miedos, de nuestra rabia, de seguir furiosos por  tanta impunidad, hacemos un intento de tener un día como otro cualquiera:

M cambia su foto de perfil. T nos comparte un texto de la Biblioteca Feminista.

Yo comento: Jajajajajaja, en la foto en la que consta otra de las travesuras de la hija de Z.

Una mujer, N, describe todos los miedos y paranoias que vive en el camino de regreso del trabajo a casa. B,C,D,G,O,P, (todo el abecedario), comparten que se sintieron exactamente igual a lo que N describe. Yo sólo lo pienso y las sensaciones me recorren todo el cuerpo.

 

El 19 de septiembre a las 11:00h suena la alarma sísmica, realizamos un simulacro que conmemora los 32 años del terremoto de 1985, y en este simulacro todo ha sido muy civilizado.

El 19 de septiembre a las 13:14h vibra la tierra, salta como cuando pasa un camión muy pesado… peor, mucho peor.  

—¡Está temblando!

Mientras vamos saliendo, o intentamos salir a la calle suena la alarma sísmica. Caminamos asustados, todos notamos el movimiento, registramos los latigazos, sabemos que no fue cualquier cosa.

—Huele a gas

—Vi mucho polvo

—Tronaron ventanas

—Ya no hay señal

—Escuché que se cayó un puente peatonal

—Váyanse a sus casas, mejor

 

Caminé a mi casa por Avenida Reforma en dirección centro. Los edificios son altos, pero al ser una calle amplia me sentía segura, tuve señal en todo momento y sabía que mi gente cercana estaba bien; un amigo no encontraba a su mujer, al poco tiempo me avisó que ya se habían puesto en contacto. Mi terremoto, si es posible personalizar la experiencia, fue extraño, o quizá el de muchos, lo pienso como un terremoto zombie. De camino a mi casa no vi nada que me alarmara, .

—¿Por qué todos caminan en la misma dirección? ¿Hay alguna instrucción? (pregunta una coreana)

 —Voy a mi casa, no creo que haya instrucciones.

 

Llegué a casa, me encontré con mi pareja. Buscamos al gato, comimos y luego me volví a conectar a internet.

Esta vez tampoco usé el Safety Check de Facebook, aunque agradecí a todos los que lo hicieron.

“Estamos bien. Estamos bien. (Un abrazo para todxs. Estamos juntxs, hermanxs)”

Esto o algo parecido leí muchas veces, de diferentes voces, muy al principio, cuando todo acababa de suceder y la gente podía conectarse otra vez. No hubo memes, ni comentarios ocurrentes. Alguien me dijo: parecería que los memes se producen acá, ahora que sí nos afectó, no apareció ninguno”.

 

La primer tarea fue avisar de manera individual cómo se encontraba cada uno, pero con el tiempo, cuando comenzaron a aparecer las imágenes que nos hicieron conscientes de lo que había sucedido, la individualidad dejó de ser importante. El foco cambió y la tarea se convirtió en otra cosa, parecía que la instrucción que se había dado era la de constituir un Estado. ¿Qué Estado? No lo sé: Lo improvisamos, nos inventamos uno y nos animamos a echar a los gobernantes que querían beneficiarse de esta organización que habíamos conseguido sin ellos; por lo menos el estado de Morelos y la delegación de Xochimilco lo hicieron literal.

La ayuda, la sanidad, la comunicación, corrían por nuestra cuenta, anticipándonos a los hechos; Ellos no iba a estar ahí cuando realmente los necesitáramos, teníamos que auto-organizarnos, desafiar la lógica de la representación y una vez más me tocó vivir uno de estos maravillosos fenómenos de masas.

Imágen de Ana Cecilia Medina

¿Qué hacemos hacer y que nos hacen hacer a nosotros internet, las computadoras y los celulares? Leí esta pregunta una vez y después del terremoto, pensé en una de sus capacidades: establecer conexiones para actuar conjuntamente con gente que no conocemos y además hacer lo que normalmente no hacemos.

Al poco tiempo me encontré con otras indicaciones, las del gobierno. Un cartel del ISSSTE subido por alguien, decía: “No salga de su casa, no estorbe.” Después leí que en el 85 se había dado la misma instrucción, al principio me hizo sentido, era una manera de engañar al deseo satisfaciéndolo sin satisfacer. Más tarde me di cuenta de que esa instrucción era muy cuestionable, pues lo que nos sensibiliza es lo que nos puede dar conocimiento y movernos: se piensa porque se pone el cuerpo y la transformación social tiene que pasar por el cuerpo, algo que nos toque. Si no salimos a las calles, si no vemos lo sucedido: ¿Cómo podemos afectarnos? ¿Y cómo podríamos afectar?

Todos vivimos ese terremoto, y que así sucediera hizo la diferencia. Esta vez hubo una movilización real que se intentó llevar a los mayores lugares posibles. Como siempre fallamos a los de siempre, pero éste ha sido un germen de otras maneras de organizarnos. La información en redes se tardó casi tres días en entender cómo debía funcionar. Las noticias falsas, que sigo sin entender cómo se generaban y para qué, fueron perdiendo poder con los días, la flexibilidad entre el mundo virtual y el mundo físico sucedió.

“Pásalo”, “Comparte”, “Copia y pega”, “¡Borren Posts viejos! ¡o caducos!”. “Si postean algo DENLE SEGUIMIENTO, una vez solucionado, bórrenlo”. “Si no dan seguimiento, no posteen”. “¿Por qué copiar y pegar? ¿No es mejor compartir para saber cuál es la fuente de esa información?”.

Finalmente llegó también la socialización de saberes, gracias a la maduración y profesionalización de estas técnicas para pasar información, lo más cercano a lo real comenzó a suceder: surge la iniciativa #verificado19s.  Y gente en camionetas también iba y venía a otros estados; cuando entendimos que la ayuda estaba sobrepasando a las necesidades de esta ciudad y que teníamos que extendernos, compartir, tener un mayor alcance y así llegar a Puebla, Morelos, Oaxaca, Chiapas.

Somos nadie. Todas las mañanas me encuentro con recuerdos de otros en mis redes sociales.

“Un día como hoy pero hace 5 años”, “Mira María, Facebook nos recuerda que hoy cumplimos 10 años de amistad”, “Porque es importante seguir pensando en esto, va una vez más 2 años después”, “Ayotzinapa Vive y hoy tres años después volvemos a salir a las calles”.

Nunca he sabido cómo usar esa función que activa mis recuerdos en facebook y la verdad, creo que lo prefiero, por ahora no los necesito. También pienso en la función refresh,  esa que activo obsesivamente cuando quiero encontrar la última versión de una noticia. Y esto me lleva a reflexionar sobre la permanencia, en nuestras historias, en nuestro interés de que todo se vea reflejado, que conste; sé que lo permanente puede ser cuestionado pero lo vivo así y me sirve para darme cuenta que el 19 de septiembre esta idea cambió. Antes no lo había experimentado: nuestro interés residía en desafiar a los algoritmos, en estos días todos fuimos testigos de una especie de actualización de información no cronológica. Teníamos que borrar los datos que ya no generaban nada, no era necesario jugar con narrativas o historias; ni que nuestras grandiosas ideas o ayudas permanecieran en nuestros muros. La eficiencia de la comunicación virtual residía en el hecho de hacer desaparecer la información que ya no servía, que había caducado en cuestión de segundos. Esta vez no se trataba de acumular o de que los hechos constaran, sino de entender que lo que ya había pasado estorbaba a todo aquello que podría venir al segundo siguiente, sólo así funcionaríamos ante la catástrofe.

 

¿Cómo nos cambia la experiencia de la auto-organización? ¿Cómo entender este sismo, la reacción social y sus consecuencias? Una vez que pasó la mayor oleada de movilización, cuando la ayuda que se solicitaba parecía disminuir, cuando la gente pudo tomarse un tiempo para reflexionar, las redes sociales volvieron a tomar ese tono entre lo personal y lo común, lo público y lo privado. Amplias narrativas sobre lo sucedido, muchas anécdotas relatadas, críticas, observaciones, reflexiones, lo nefasto del patriotismo, el sentirnos satisfechos con lo mínimo hecho, el miedo a volver a la normalidad, el heroísmo y encima la mercantilización de todo esto.

Me río de cómo exageramos algunas cosas; como cuando buscamos traductores japoneses o franceses como si quien trajera a los rescatistas extranjeros no previera esa necesidad, cómo desconfiamos y con razón, de quienes nos gobiernan, y cómo hemos desafiado la lógica de la representación.

Habrá que seguir canalizando las ganas de hacer, de ayudar y detenernos a pensar en la politización de los afectos.

Imagen de Ana Cecilia Medina

Hoy, no dejo de emocionarme con la sensación de las cadenas humanas. Fue siendo parte de estas donde descubrí muchos secretos y conecté con gente que no conocía para hacer, donde me di cuenta de cómo la energía rinde, donde pude poner el cuerpo, ese cuerpo que se codea con otros cuerpos.

Las redes sociales, de alguna manera, también han fungido de cadenas humanas.

Esperemos que esto continúe…


[1] Aunque los sismólogos insisten en que los terremotos se caracterizan por tener cuatro tipo de ondas sismícas, a nivel popular se sigue hablando de movimientos trepidatorios y oscilatorios.

 

Anabella Pareja

Su trabajo se desarrolla entre las artes vivas, el movimiento y la coreografía. 

Entre sus piezas más recientes están: "El fin de los principios" (2012), Historias posibles del cuerpo (2014), 9 maneras de morir de forma fantástica (2015), La masterpiece (2016) y El desierto una investigación actualmente en proceso.

Forma parte del Colectivo AM cuyas investigaciones en movimiento se han presentado en diversos espacios y contextos. Con este colectivo realizó el libro de procesos Recetario coreográfico. Un roadbook aparecido en 2013.

Interesada en la educación, Anabella también imparte talleres en los que sobre todo se cuestiona y comparte metodologías y herramientas de trabajo. 

Lleva el blog http://anabellapareja.blogspot.mx/ en el que puede conocerse más de sus investigaciones a partir de la coreografía.