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Imágenes de la inmovilidad

antes y después de internet

Por Fernando Villegas /

23 ago 2021

 

Fernando Villegas explora la noción de inmovilidad para hacernos reflexionar acerca de los modos de generar, consumir y relacionarnos con las imágenes. Vincula los gestos y actitudes que adquirimos frente a la pantalla con aquellos de otros medios y prácticas artísticas previos al internet. ¿Es internet realmente un lugar que favorece la multiplicidad de identidades?

Lo inmóvil es la cualidad de permanecer en reposo, un espacio en blanco visto como elemento en potencia y generador de movimiento. En las producciones escénicas contemporáneas, este atributo se convirtió en un medio coreográfico que intensifica aquellas áreas del cuerpo que usualmente el público no ve, ya que su ojo está acostumbrado a una constante actividad producto de la gran cantidad de imágenes que buscan captar su atención. Los juegos luminosos, colores llamativos y otras características que acompañan las escenificaciones intensifican el interés del espectador por observar.

Ante el objeto fijo, la mirada puede explorar cada atributo y rápidamente perder el interés, puesto que los órganos sensoriales tratan de buscar las disparidades evidentes entre los elementos que se exhiben. Durante el siglo XX, las reflexiones en torno a la sensorialidad fueron el principal motivo por el cual una gran cantidad de artistas respondieron ante la manera “habitual” de entender lo sonoro, lo dancístico y lo artístico. Uno de los casos más conocidos es la pieza 4′33″[1] de John Cage, una partitura sin ninguna nota musical que explora las cualidades del silencio y, partiendo de ahí, se cuestiona tanto la figura del concertista, que en la ejecución permanece inmovil durante cuatro minutos con treinta y tres segundos, como la de los espectadores, quienes participan de una composición que deja de lado las melodías para integrar la realidad misma. La cual está llena de ruidos e interferencias que los oídos suelen pasar por alto.[2]

En este sentido, comprender la inmovilidad es evidenciar aquellos pequeños movimientos que expresan la vitalidad de una persona: su respiración y su palpitar continuo. Permanecer inmóvil nunca es estar en un punto fijo. La retención temporal ante las imágenes en el espacio forma parte de las prácticas cotidianas, tal vez desde las anécdotas de los primeros usos de la cámara fotográfica, cuando para poder ser retratado con aquel novedoso artefacto era necesario quedarse quieto durante largas y agotadoras sesiones.

La relación de inmovilidad ante la imagen induce a cada sujeto a estáticos momentos de recepción que reducen su circulación dinámica en el espacio. Esta situación ha generado ciertos códigos de conducta en los recintos encargados de la exhibición de arte y otras expresiones artísticas (como música y danza). Pareciera que las obras que se exhiben precisaran de un espectador estático en todo momento para poder descifrar y dialogar con cada una de las piezas en exhibición. Esta conducta se ha transformado con la proliferación de los medios, en palabras de Juan Martín Prada es evidente que:

 

La imagen técnica ha estado casi siempre vinculada a una cierta “discapacidad” motora del observador. De esta quietud del espectador en la sala de proyección cinematográfica, o de la parálisis del televidente delante del televisor y con un mando a distancia en su mano, llegaremos a la inmovilidad como requisito de las pantallas de los primeros ordenadores portátiles, que exigían la casi perfecta situación del usuario frente a ellas, y cuyo desplazamiento suponía caer en un área “ciega” o en “negativo” de la imagen.[3]

 

Las nuevas tecnologías, como bien lo menciona Prada, llegaron de la mano con los patrones de la vida en retención ya establecidos en la sociedad. Los primeros artefactos que se conectaban a la red permitían a sus usuarios establecer nuevas relaciones dentro del ciberespacio. Progresivamente cada persona se convertiría en un viajero inmóvil físicamente, pero que conocía diversas realidades a través del recorrido con la mirada a lo largo y ancho de la pantalla.

Estar inmerso en la red significa estar propagado. Cada movimiento, visita y relación del usuario en internet lo sitúa y lo memoriza en otros espacios, permitiéndole llegar a distintas partes desde un solo lugar. Sin embargo, estar frente a la pantalla conlleva una considerable consecuencia que pareciera ser su principal atractivo, el intenso placer de “abandonarse”.[4]

Son reveladoras las imágenes de la serie The users[5] (Los usuarios) de Kurt Caviezel, pues deja ver la variedad de personas que interactúan en la red. La serie recopila una variedad de miradas y corporalidades, aparentemente inmóviles pero en constante movimiento, dispuestas ante la radiante iluminación que produce la pantalla.

Imagen de la serie The users de Kurt Caviezel

Las nuevas dinámicas de interacción entre máquinas y humanos que dictó el establecimiento de la web, dan un panorama del uso de nuevas redes de comunicación y conocimiento; pero sobre todo de innovadoras formas de mostrarse ante la sociedad. Poco a poco cada individuo se fue amoldando según las interacciones que marca la red como el uso de hipertextos, el intercambio de pensamientos breves y fragmentarios, entre otras acciones que han ido redefiniendo los modos de generar y circular imágenes en la historia global.

Cada vez se hace más evidente que las acciones realizadas en la red generan identidades colectivas que conviven dentro de los modelos sociales de cada sujeto. Sin embargo, la facilidad que brinda el internet de poder estar conectado en casi cualquier sitio, va desdibujando los límites entre lo público y lo privado, debido a que entre otras cosas, para ser visto es necesario mostrar. Esta situación se ha vuelto tan común y se nota por ejemplo en la interfaz de redes sociales como Facebook, con su famosa frase: ¿Qué estás pensando?, invitando al internauta a compartir, comentar y construir una narrativa textovisual de su vida.

La búsqueda de la autenticidad en esta nueva esfera de la realidad fue el principal sentimiento para dar voz a la individualidad en la red, lo cual provocó que la participación colectiva fuera perdiendo fuerza paulatinamente y se mantuvieran modelos del viejo sistema de organización social y política. En este proceso es posible considerar la idea de inmovilidad si miramos cómo los ideales de belleza se mantuvieron a manera de control de las masas, por medio de cuerpos y actitudes particulares, así como el interés por replicar los modos de vida de figuras aparentemente auténticas. Además, la práctica de censurar, bloquear o amonestar aquellas imágenes, actitudes o personas que no coinciden con la mirada socialmente aceptada se ha convertido en algo bastante común. 

La “mirada dominante” se ha ido propagando en la red desde las plataformas con el fin de hacer encajar la realidad de cada usuario en moldes prefigurados, mostrando ante el ojo público personas que no son ellas mismas. La imitación se convirtió en la principal actividad para alimentar la continua necesidad de reconocimiento y aprobación. Pensar que las imágenes desarrollan el deseo de la gente por querer convertirse en los objetos representados no es algo nuevo, sin embargo, la manera en la que llegan a nuestra pantalla es de particular interés.

Los aparatos que nos dan acceso a internet están dotados de cámaras y gran variedad de herramientas de localización, con los cuales se ha desarrollado una zona de vigilancia y recopilación de datos tan intensa que vale la pena preguntarse sobre el uso que le dan las empresas a esta información personal. No se puede estar solo ante el ojo público y eso se sabe por los anuncios y recomendaciones cada vez más detallados que brindan las aplicaciones.

Se puede aprender mucho de estas imágenes ideales de los anuncios y recomendaciones, ya que muestran seres humanos perfectos y por lo tanto inexistentes, producto de una profunda investigación de cada uno de los problemas que aquejan a las personas. Aunque lo anterior no es ninguna novedad, sino más bien una sofisticación de prácticas publicitarias heredadas de medios como la televisión, el cine o algunas revistas. Mostrarse en la red brinda la posibilidad de dejar de lado los modelos de vida preconfigurados, funcionando como un aparente acto de empoderamiento de los individuos.

Con el video How not to be seen[6] (Cómo no ser visto), Hito Steyerl reflexiona sobre la sociedad hipervigilada de la actualidad y presenta en un tono satírico un tutorial que ofrece los consejos necesarios para ser invisible, para que el ojo de la cámara no te detecte. Esta propuesta de la artista forma parte del rechazo a la capacidad que diversos organismos tienen de observar la vida privada de cada usuario. Otro proyecto bastante importante en este sentido, es el filme Imágenes de prisión donde el director Harun Farocki recopila una serie de grabaciones de cámaras de seguridad de diferentes prisiones, un ensayo que muestra las miradas que se imponen ante los individuos y las dificultades que presenta intentar evitarlas.

Still de How not to be seen

La llegada del internet ha marcado grandes cambios en la sociedad, la cual navega en un mar de imágenes realizadas con propósitos muy particulares. Tanto lo visual como la información se han convertido en el principal vehículo de los grandes organismos políticos y sociales para simpatizar con comunidades con la guía de las redes sociales e historiales de navegación, con lo que incluso pueden llegar a saber más detalles que uno mismo.

La navegación en la red comenzó requiriendo la inmovilidad de las personas para poder recibir cada uno de los estímulos que podía ofrecer. Desde hace unos años, con la masificación de los dispositivos móviles, se ha vuelto portable. Si a esto aunamos la economía de la atención, vemos cómo la mirada se está volviendo más dispersa y requiere aún más estímulos que antes. Dar tiempo al análisis de toda la información que recibimos se está volviendo impensable, puesto que la sobreexposición de imágenes limita nuestra capacidad de contemplación y profundización. En este contexto, la cualidad de lo inmóvil, de inacción radical permitiría cuestionarnos (y quizá) cambiar nuestra relación tan efímera con lo que vemos, en un tiempo en el que detenerse es quedarse en el pasado, que aunque se siente inmediato pareciera una eternidad.

 

Bibliografía

Caviezel, Kurt. “The users.” Acceso 18 de abril del 2021, https://www.kurtcaviezel.ch/theusers.html.

Didi-Huberman, Georges. Arde la imagen. México: Vestalia ediciones, 2019.

Lepecki, André. “Inmóvil: sobre la vibrante microscopía de la danza.” En Estudios avanzados de performance, coordinado por Diana Taylor y Marcela Fuentes, 521-549. México: Fondo de Cultura Económica, 2011.

Padilla, Margarita. El kit de la lucha en internet. España: Traficantes de sueños, 2012.

Prada, Juan Martín. El ver y las imágenes en el tiempo de internet. España: Akal, 2018.

Shaw, Kyle. [4’33”] de John Cage. Grabado en febrero del 2016 en Krannert Center for the Performing Arts. Video, 5:25. https://www.youtube.com/watch?v=rDgHUj8sJaQ.

Steyerl, Hito. Los condenados de la pantalla. Argentina: Caja negra, 2016.

Steyerl, Hito. “How not to be seen: a fucking didactic educational. MOV File.” Grabado en 2013. Video, 15:52. https://www.youtube.com/watch?v=LE3RlrVEyuo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

[1] Kyle Shaw, [4’33”] de John Cage, grabado en febrero del 2016 en Krannert Center for the Performing Arts, video, 5:25, https://www.youtube.com/watch?v=rDgHUj8sJaQ.

[2]André Lepecki, “Inmóvil: sobre la vibrante microscopía de la danza,” en Estudios avanzados de performance, Coords. Diana Taylor y Marcela Fuentes (México: Fondo de Cultura Económica, 2011), 534-535.

[3] Juan Martín Prada, El ver y las imágenes en el tiempo de internet (España: Akal, 2018), 67.

[4] Prada, El ver y las imágenes en el tiempo de internet, 68.

[5] Kurt Caviezel, “The users,” acceso 18 de abril del 2021, https://www.kurtcaviezel.ch/theusers.html.

[6] Hito Steyerl, “How not to be seen: a fucking didactic educational. MOV File,” grabado en 2013, video, 15:52, https://www.youtube.com/watch?v=LE3RlrVEyuo.

Fernando Villegas

Estudiante de la licenciatura en Historia del arte en la ENES Unidad Morelia. Ha participado en el “Taller máquinas de hacer tiempo” por parte del Campus Expandido del MUAC y la Fundación Telefónica Movistar México, asimismo ha formado parte de algunos de los seminarios impartidos entre 2019 y 2020 en el Centro Cultural Clavijero entre los que se destacan “Seminario los museos en el siglo XX” y “Semiótica y crítica de arte.” Co-curador de la exposición en Instagram Comunicación deficiente, proyecto realizado gracias a la materia de Crítica y curaduría I en la ENES Morelia. Sus intereses están dirigidos a las nuevas posibilidades de mostrar arte por medios digitales y el uso del internet para expandir la experiencia a un público menos cercano a este ámbito. Además de analizar la imagen digital como un agente de cambios importantes en los contextos actuales y nuevas posibilidades de entender la cultura visual desde esta perspectiva.