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Nivel de confianza: una pieza de Rafael Lozano Hemmer

Por Mónica Nepote /

23 jun 2015

 

Pon tu bandera a media asta,
memoria.
A media asta, por hoy
y siempre
.

Paul Celan

 

Comienzo con una frase de Georges Didi-Huberman: “Tomar posición es desear, es exigir algo, es situarse en el presente y aspirar a un futuro”. Esta reflexión es un subrayado del primer capítulo del libro Cuando las imágenes toman posición. Precisamente, con su estilo característico, comienza con una disgresión, una lentitud, una concentración poderosa; una introspección lingüística,  el lenguaje como espacio permite ocupar una posición delantera o cercana o bien lejana o de espaldas. Desde cualquier punto las cosas no sólo se miran, se enfocan, se relativizan, se dejan y se desata entonces una serie de relaciones con los objetos y los espacios, lo material, lo inmaterial.

Toda posición es política, sea la que sea, pero el acto mismo de tomarla, el ejercicio de basar los pies en un punto ya dice mucho de la postura que ese otro o ese yo asume. Didi-Huberman parece abrir el espacio y el tiempo, extender el lenguaje ante esa posibilidad, y logra con cada frase que el lector asuma su propia posición. Empiezo con este simil porque muchas piezas de arte nos piden o exigen esto: una ubicación ante ellas. Tal podría ser el disparador de la pieza Nivel de confianza de Rafael Lozano Hemmer, difundida al cumplirse ocho meses de la desaparición de los 43 estudiantes de la normal Isidro Burgos de Ayotzinapa.

La pieza, su existencia, su dinámica, su propuesta en sí, puede ser abordada desde diversas posiciones, se me ocurre, quiero ensayar algunas que me fueron disparadas:

 

La imagen

La pieza parte con las 43 fotografías de los estudiantes. Las imágenes parecen ser las de los documentos oficiales del plantel, es decir, las fotografías realizadas como documento de identidad por cámaras instantáneas, posiblemente. La circulación de las imágenes identitarias fue inmediata en su momento y han sido reproducidas, amplificadas, reinterpretadas, memorizadas... se han vuelto un símbolo. Símbolo de la lucha contra el olvido, símbolo de la vida, símbolo de la resistencia, de unión colectiva. Hemos visto esos rostros y leídos sus nombres cientos de veces, los ilustradores por Ayotzinapa interpretaron sus facciones en trazos, colores, hilos, nosotros como colectividad hemos preguntado, con la voz en cuello, miles de veces en las calles de distintas ciudades del mundo "¿dónde están?"

Las 43 imágenes se disponen en un orden y provocan una relación que aspira a ser personal con el espectador, y aquí es donde radica la certeza de la pieza: utilizando la tecnología propia del control y la vigilancia: un software de reconocimiento facial, sistema que normalmente está a disposición de las entidades policiacas y de control para identificar personas, catalogarlas, señalizar rostros de posibles criminales y enemigos del estado. La pieza está descrita así: “Una cámara de reconocimiento facial entrenada con los rostros de los 43 estudiantes desaparecidos… Cuando usted se sitúa frente a la cámara, el sistema utiliza algoritmos para encontrar los rasgos faciales de los estudiantes más parecidos a los suyos, generando un ‘Nivel de confianza’”. El funcionamiento de la cámara es aproximado intencionalmente, es decir, resulta imposible lograr una coincidencia al cien por ciento entre los rostros de dos personas, pero en esa parametría aproximada se concentra el poder metafórico de la pieza.

Lozano Hemmer subvierte las tecnologías de vigilancia para volverlas tecnologías de resonancia, de vinculación, un acto que incorpora al otro a mi propio rosto.

El término Sousveillance fue acuñado por Steve Mann hacia finales de los noventa, Mann es el padre de la tecnología wearable y sousveillance: mirar desde abajo al que te vigila desde arriba. Es el acto de, a través de la tecnología de dispositivos pequeños: celuares, cámaras portátiles, documentar las atrocidades cometidas por las figuras de autoridad como la policía, el ejército, etc. Es un término que designa resistencia, un mecanismo al alcance de la ciudadanía. De una forma concreta la invitación de Nivel de confianza se encuentra dentro de estas resistencias colectivas, esas que niegan dejar pasar o superar los terribles acontecimientos de Ayotzinapa. “Las imágenes construyen sentidos para los acontecimientos, ayudan a rememorar, permiten transmitir lo sucedido a las nuevas generaciones. Colaboran para evocar lo vivido y conocer lo no vivido. Son, en definitiva valiosos instrumentos de la memoria social”, escriben las argentinas Claudia Feld y Jessica Sites Mor en el libro colectivo El pasado que miramos. Memoria e imagen ante la historia reciente, y esa es la fuerza de los 43 rostros, que de manera inmediata a través de la reproducción múltiple y su reinterpretación se han convertido en un instrumento de memoria. 

Espacio público

Otra particularidad de la obra de Lozano Hemmer es que está pensada para ser exhibida en cualquier espacio que disponga de ciertas características de iluminación y cierta tecnología básica. No es particularmente una pieza de museo, puede ser presentada en escuelas, por ejemplo, y este acento es importante puesto que los rostros pertenecen a estudiantes desaparecidos, las aulas son sin duda el lugar en el que la pieza puede aqduirir mayor potencia metafórica.

Nivel de confianza se propone ser una obra política, pide al exepectador-interactuante tomar posición, “Para saber hay que tomar posición. No es un gesto sencillo” otra vez Didi Huberman, y continua diciendo que es situarse dos veces, por lo menos sobre los dos frentes que conlleva toda posición. No es fácil pero es necesario. No es fácil pero resulta inevitable y es en el poder de la metáfora en tomar posición ante un rostro de una persona en condición de desaparecida donde resulta imposible no hacerlo: pasar de "ese podría ser yo, podría ser mi hermano" a asumir un "soy yo y es mi hermano".

Mónica Nepote

Editora y escritora.

Está al frente del proyecto E-literatura del Centro de Cultura Digital