En el debate de la construcción social del cuerpo hay un punto de quiebre entre las implicaciones que tiene el uso de tecnología en el cyborg y en la medicina. En este sentido Donna Haraway apuntó la necesidad de advertir el cambio en la episteme moderna y la crisis del humanismo que la emergencia del cyborg evidenció a finales del siglo pasado, pero pareció obviar la función fenomenológica de la tecnología.
En el caso de la medicina, las tecnologías prostéticas sustituyen extremidades y órganos, mientras que con la figura del cyborg, la tecnología diversifica la percepción y abre un ramal de posibilidades del cuerpo. Mientras la tecnología prostética satisface la idea del cuerpo construido en sociedad, con el cyborg este cuerpo es puesto en jaque. La pregunta entonces sería si el cyborg constituye en sí mismo al cuerpo post-humano. Porque, entrados en el debate, ¿no es el smartphone una extensión del cuerpo? ¿Y la rueda, y la lanza, y la piedra?
Estas tecnologías no cumplen ninguna función prostética en un nivel clínico, pero sí que parecen hacerlo en un grado perceptivo: permiten ampliar la experiencia fenomenológica con el mundo, y en su momento motivaron cambios en los paradigmas como aquellos que el eyeborg de Harbisson o el winkimote de Katia Vega están detonando.
Y entonces ¿la rueda, y la lanza, y la piedra cumplen una función prostética en relación con la concepción del cuerpo de su zeitgeist?
Daniel Escamilla
Artista plástico y visual
Ha colaborado en diversas publicaciones impresas y digitales. En su más reciente producción ha realizado obra en diferentes formatos a partir de proyectos relacionales que exploran tres líneas de investigación: el emplazamiento en el mundo, la relación entre la memoria y la tecnología, y la nostalgia.