Ciudades fronterizas como Tijuana o Estambul son caleidoscopios a través de los cuales es posible ver la emergencia de nuevos marcos y regímenes de articulación de significado en el devenir civilizatorio. Sobretodo, afirma el antropólogo argentino Alejandro Grimson en su obra Los Límites de la cultura: crítica de las teorías de la identidad, cuando ponemos el foco en los procesos sociales, políticos, simbólicos y afectivos que ahí ocurren.
La periferia de la Ciudad de México también es un caleidoscopio. Y el libro Límites. Caminando por la frontera de la megalópolis del Valle de México de Feike de Jong. Su mirada nos lleva al encuentro con perros feroces que enseñan cómo cruzar territorios ajenos, a rodear cementerios donde se celebran rituales de brujería, a conversar con activistas indígenas camuflados en la urbe que luchan por la autonomía, a reconocer las cartografías de las influencias políticas según calles y colonias, a descubrir volcanes escondidos, a seguir la pista de pueblos errantes o bien, a contemplar un paisaje de cerros devastados mientras estamos parados junto algún rio donde desemboca el drenaje de la ciudad.
Esta conversación es una retrospectiva a ocho años de que el periodista Feike de Jong caminara alrededor de la Ciudad de México con el propósito de encontrar sus límites. En un ejercicio cuerpo a cuerpo para obtener la escala humana de la ciudad que resultó en cincuenta y un días de caminata. Más que un diálogo con densa carga conceptual o una indagación profunda a las múltiples problemáticas de la periferia, esta entrevista es el producto de una conversación espontánea que busca recuperar la riqueza de la experiencia del caminar y pensar el ambiente.
David Ordaz Bulos (DOB): Hola Feike, acabo de leer Límites (libro digital que puede ser descargado como aplicación) y me dieron ganas de caminar. En esta ciudad nos hace falta caminar más para estar en mejor forma, para evitar el tráfico, la saturación del transporte público pero sobretodo, para salir de nosotros mismos y construir encuentros. Tu trabajo incita a ello. Me gustaría que conversemos haciendo una retrospectiva ocho años después de que caminaste por los bordes de la Ciudad de México en 2009 y hables sobre cómo ves el territorio ahora, cómo lo viste en aquel entonces y qué registraste en tus crónicas.
Feike de Jong (FDJ): Desde 2009 he regresado con frecuencia a las periferias y he retomado ciertos temas. En términos generales me doy cuenta que la orilla de la ciudad está en continua edificación. Todo el tiempo la gente está construyendo el segundo piso, están pintando, están arreglando. Por un lado mis conclusiones serían muy alentadoras: se ve mejor y de alguna forma hay más comercio. Por otro lado hubo un deterioro en términos de seguridad, ahora se ven más lonas con mensajes como “Ratero que se agarra, ratero que se lincha”. Ese tipo de cosas no se veían cuando yo estaba caminando en 2009. Pero reitero, en términos generales veo todo un poco más consolidado, un poco más próspero.
DOB: ¿Qué entiendes por periferia?
FDJ: El concepto de periferia es indefinido y vago. Es aquello que está alrededor de un centro que más o menos intuimos dónde está, pero tampoco sabemos cómo definirlo de manera formal. Mi objetivo fue tomar la periferia como algo indefinido y convertirlo en algo concreto: un límite. Una pregunta que he recibido de muchas personas es ¿cómo sabes dónde está el límite? En una escuela de pensamiento se considera que no existe un límite, la palabra periferia lo cubre en su totalidad. Por ejemplo, Neil Brenner, un teórico en Harvard, está indagando en el concepto de una ciudad global, que es una gran red de cultura urbana. En pocas palabras mi idea era convertir la periferia en algo exacto, preciso, un límite.
DOB: Hablemos sobre caminar. Hay muchos autores que coinciden en ver el acto de caminar como una búsqueda, como un viaje interior. ¿Cómo fue la transformación de tu percepción y la forma de relacionarte con la gente a través de caminar durante cincuenta y un días? ¿Cómo fue ese viaje interior?
FDJ: El primer cambio que noté fue después de nueve o diez días. Empezó a cambiar mi forma de ver. Uno se acostumbra a otro ritmo de pensar. Además, caminar también tiene algo de solitario, el proceso de caminar cincuenta y un días fue un viaje interno que pasó en un contexto de soledad, lo que cambia mucho la forma ver las cosas. Cuando encuentras a otra persona después de pasar mucho tiempo solo se vuelve algo emocionante y asombroso: ¡Guau, otra persona!
Desde mi manera de ver, caminar detonó una forma más honesta de relacionarme. Al inicio de la caminata yo tenía más esta educación de periodista, es decir, la educación de —sí señor, buenas tardes— donde de alguna forma uno se comporta educado pero falso, con actitud y amabilidad profesional. Después de cincuenta y un días ya había perdido eso, si platicaba con gente era porque me interesaba hablar con ellos y tampoco sentía la necesidad de fingir ser más amable o educado de lo que realmente era.
Por otra parte hay un cambio en la observación. Caminando uno percibe más detalles en el entorno y empieza a dar mucho más significado simbólico a la realidad. Cada detalle entra dentro de las memorias que surgen cuando uno está caminando solo. Puedo imaginar las realidades simbólicas que conocemos de la antigüedad, como la de Homero, se vuelve mucho más fácil imaginarlas después de pasar veinte días a pie.
DOB: Entonces, caminar te hace entrar en el lenguaje simbólico, comprender más...
FDJ: Sí, es más fácil ser irracional, digamos, uno se vuelve más perceptivo y al mismo tiempo más irracional. Entonces es muy fácil imaginar después de veinte días de caminar que el pájaro que ves volando a la derecha o a la izquierda te está diciendo algo, o tiene un significado como hacia dónde seguir el camino. Aunque en el fondo uno sabe que son invenciones propias. Caminar es muy enriquecedor para cualquier persona con un proyecto artístico o literario, lo recomiendo mucho porque te da herramientas narrativas, simbólicas.
DOB: ¿Crees que lo que hiciste fue una deriva al estilo de los Situacionistas?
FDJ: Una deriva tiene algo de aleatorio y esta caminata no era aleatoria en el sentido que la idea era que no fuera aleatoria. Iba siguiendo un ruta marcada por la ciudad, entonces no creo que fue una deriva.
DOB: ¿Parecería más un peregrinaje, cierto?
FDJ: Sí, porque mucha gente que encontré durante la caminata pensaba que yo tenía que caminar por una manda. Caminar tiene este aspecto de seguir ciertas reglas y cierto sentido de disciplina. Creo que podía ser visto como un peregrinaje porque también el proyecto tuvo ese aspecto de ver algo muy grande, como subir al Everest o buscar los orígenes del Amazonas o algo así. Hay este enorme objeto alrededor de mí y lo quiero subir o conocer en sus extremidades.
DOB: Viendo la experiencia desde otro ángulo, desde la tecnología y la relación con el mapeo de poblaciones. ¿Hasta qué punto este tipo de ejercicios pueden convertirse en una espectacularización de la periferia? O bien, algo útil para las empresas que buscan mapear territorios con el fin de controlar y entender a las poblaciones y venderles más. ¿Hasta qué punto el mapeo puede ser eso, una espectacularización de la periferia, en el juego del panóptico digital?
FDJ: Tengo una relación muy ambigua con el mapeo, me encantan los mapas y siempre me han gustado pero ahora cada vez menos. Los mapas crean la ilusión de que sabes algo y ese es su peligro. Ves a Irak en un mapa del mundo y crees que sabes sobre ese lugar, o al menos dónde está. Es una herramienta que puede llegar a ser de control, Pero no basada en el conocimiento real del lugar, sino en una abstracción que no te dice tanto. Es algo que veo en la planeación urbana, donde alguien dibujó una línea sobre un mapa y se implementó. Los mapas muchas veces hacen a la gente floja, sin sentir la necesidad de conocer realmente los lugares porque tienen el mapa, tienen muchas estadísticas y tienen hojas Excel y entonces piensan ¿qué van aprender yendo al lugar?
DOB: ¿Cómo un mapa puede construir identidad, por ejemplo, en las periferias de la ciudad?
FDJ: El mapeo es un proceso de abstracción y contextualización de lo que es el espacio. Por ejemplo: “aquí en este punto está un centro cultural o un grafiti”, en Ecatepec o el centro de la ciudad o la Sierra de Guadalupe. El mapeo puede contribuir a la identidad mostrando lo que hay en el contexto, si uno conoce su contexto conoce su identidad. No creo que el mapeo defina una identidad. Puede ser útil o no, es complicado. Cuando pides a la gente que haga un mapeo pides que observen lo que hay alrededor y luego lo pongan en un mapa. El mapeo es complicado porque no estar mapeado, estar afuera del mapa, te protege. Para las fuerzas mayores del mundo puede ser un problema que no haya un mapa. Digamos, para Coca-Cola ir a un lugar donde no hay un mapa es un problema. En ese sentido me gusta pensar en el no estar en el mapa como una forma de protección, pero al mismo tiempo significa que hay muchas cosas que no puedes hacer.
DOB: ¿Quién te gustaría que usara la app y leyera el libro?
FDJ: Me gustarían como lectores las personas que conocen la periferia, porque son justo quienes pueden hacer críticas y enriquecer el proyecto. La crítica de algunas de sus partes permitiría que se siguiese desarrollándose para que no sea un proyecto aislado. Que sea un proyecto retomado por otras personas que tengan la inquietud de hacer algo con las periferias de la ciudad.
DOB: En el libro relatas escenas muy particulares como aquella que habla de revuelta religiosa que se vive en los alrededores de la Ciudad de México. Parecería que la evangelización católica terminó y que la Iglesia Católica busca una reevangelización pero hay zonas en donde no se dejan y aparecen otras formas, otros cultos, otros ritos, el tema de la Santa Muerte por ejemplo. ¿Podrías hablar un poco más de eso?
FDJ: Creo que se puede hablar de distintos grupos. Los pueblos que la Iglesia Católica quería reevangelizar eran los pueblos tradicionales, originarios de las zonas más sincréticas. Sin embargo, uno de los conflictos más sobresalientes fue en Santa Clara, en Ecatepec, donde en algún momento, el arzobispado había decidido cerrar la iglesia por conflictos con los pobladores, a quienes no les gustó la idea y se pusieron en una revuelta abierta contra la iglesia católica. La falta de respeto de parte de la institucionalidad de la iglesia fue uno de los motivos. Al mismo tiempo escuché que los mormones están creciendo 10 por ciento al año, sobretodo en la orilla oriente de la Ciudad de México. También he visto santeros de la religión afrocubana con aspectos que asociamos con el vudú y sacrificios de animales. Me parece que todo esto tiene que ver con la falta de instituciones, la gente busca protegerse y al mismo tiempo construye una nueva identidad. Cuando las personas llegan a una zona nueva o virgen tienen que encontrar una nueva identidad que vaya con ello, entonces eso detona muchas de las búsquedas religiosas de la gente que vive en las periferias.
DOB: Hablando de las instituciones en los bordes, está el tema de la cultura política y los procesos donde la carencia de servicios es una forma de lucrar por votos, por poder político, creo que eso habla del ADN de la democracia mexicana. Por ejemplo, cuando hablas sobre los nombres de las colonias te van dando una cartografía de las orientaciones políticas que siguen los diferentes grupos.
FDJ: Sí, en el Estado de México muchas colonias tienen los nombres de ex gobernadores como Jiménez Cantú, obviamente Hank González y también muchos lugares tienen el nombre de Luis Donaldo Colosio. En general son políticos del PRI, porque el Estado de México siempre ha sido controlado por el PRI. Básicamente es una situación que beneficia a los políticos, a los fraccionadores y a los colonizadores donde se ceden terrenos y espacios para vivir a cambio del voto, usando la lenta implementación de servicios como candado para mantener a la gente votando por algún partido en particular.
DOB: Parecería que en el presente hay una transformación de esos intercambios, las carencias ya no son las mismas de hace veinte años. Aquello lo que los jóvenes identificados comúnmente como Chavos Banda en Ciudad Neza y otras zonas de la ciudad como Iztapalapa, Santa Fe o Tacubaya era el pavimento en las calles y el drenaje, entre muchas otras cosas. ¿Qué ocurre ahora en Ciudad Neza donde existen lugares como el centro comercial Ciudad Jardín y donde el bordo de Xochiaca está cubierto? ¿Cómo funciona esta política de intercambios?
FDJ: Creo que nunca ha habido realmente una lucha ideológica entre los partidos en las periferias de la ciudad y el uso de servicios públicos como candado ya no es algo tan funcional. Tal vez vamos a evolucionar hacia un modelo en el cual los partidos políticos necesitan otra oferta que no sea un drenaje, digamos no hay partido político en contra de una clínica o pavimentación. Pero ahora tienen que encontrar nuevos esquemas para negociar con la población para ganar votos. Ya no son cosas tan directas o coercitivas como el drenaje o el agua —aunque el agua seguirá siendo un tema por la escasez y por el control de las pipas que te da influencia política. Es de esperar que las comunidades empiecen a formularse metas que no sean materiales y que empiecen a pensar realmente qué tipo de comunidad quieren formar.
DOB: En el libro hablas de los poros de la ciudad que se abren y cierran dando paso a millones de materiales que llegan de fuera, pues la única materia prima que produce la ciudad son los seres humanos, ¿cómo empezaste a pensar en esta dinámica?
FDJ: Empecé a pensar la ciudad de esta forma con las primeras notas periodísticas que hice sobre el abastecimiento de la megalópolis. Me di cuenta de que las conexiones de la Ciudad de México con su alrededor son muy frágiles. Además es un caso excepcional a nivel mundial por ser una ciudad tan grande que no está cerca del mar. Hay seis carreteras principales por donde entran todas las cosas que ves por acá, el aeropuerto y tres líneas ferroviarias; así que los productos tienen rutas de entrada y salida muy definidas. Luego uno ve cosas como el Gran Canal por donde sale todo el drenaje de la ciudad hacia el Valle del Mezquital. En el momento que uno ve la ciudad como entidad logística te das cuenta que existen puertas y uno puede imaginarla metafóricamente como una ciudad amurallada, al menos en la parte de productos de carga.
DOB: Eso la hace una ciudad sumamente frágil, ¿qué pasa si colapsan estas arterias en algún momento?
FDJ: Sí, para una organización como la Antorcha Campesina o alguna otra que quiera aprovechar su fuerza en cantidad de personas y ubicación geográfica sería muy fácil cerrar una carretera e inmovilizar a la Ciudad de México por sus vías de acceso.
DOB: En ese sentido, también hablabas de las zonas más inaccesibles, ciudades dentro de la ciudad, como por ejemplo aquellas que sólo tienen un acceso por carretera y que las hace más peligrosas, como fortalezas o guetos…
FDJ: Siempre es difícil hablar de seguridad pero creo que las colonias que tienen pocas rutas de entrada, tienen mayor chance de convertirse en fortalezas del crimen organizado. Digamos, uno puede asaltar en cualquier lado, en la Condesa o en Neza, en donde sea. Pero hay barrios o colonias que realmente tienen vocación para el crimen, por su situación, por su ubicación, por la forma en la que han sido construidas. Al tener pocas entrada es muy fácil controlar una colonia y esta facilidad hace que alguien de facto la esté controlando, aprovechando la oportunidad. También significa que la policía no puede llegar sin ser vista con anticipación, entonces creo que la típica colonia insegura tiene forma de embudo con una entrada, preferentemente son un poco altas, inclinadas sobre un cerro para que los camiones de policía no puedan llegar fácilmente. Eso es algo que he visto no sólo en la Ciudad de México, también otras ciudades, las colonias con estas características pueden ser muy complicadas.
DOB: Volviendo al tema de la naturaleza, hablas de que nunca hay una distinción entre la naturaleza y la urbe, la naturaleza siempre está adentro…
FDJ: Bueno no lo vería así, sobre los cerros, en general, hay mucha naturaleza en los puntos más altos, lo que no se ve mucho, es que la gente de la ciudad camine por la naturaleza. Me sorprende que se piense que, en zonas como Ecatepec no hay muchos espacios verdes, pero tienes a la Sierra de Guadalupe a un lado. Uno puede cruzar la sierra sin ver a nadie, realmente nadie, ser la única persona caminando por ahí. En el campo no hay mucha interacción con las personas urbanas. Pero sí hay áreas naturales muy cercanas a la ciudad, principalmente en los cerros cuando la ciudad encuentra el monte.
DOB: ¿Viste más cerros devastados por la modernidad como en Huixquilucan?
FDJ: Sí esa es una de las grandes tragedias que están pasando con el paisaje del Valle de México, que es único. La forma en la que se están acabando los volcanes, en particular los arenales de la Sierra de Santa Catarina en Iztapalapa es criminal, básicamente están vendiendo un paisaje patrimonial a 500 pesos por tonelada, como grava. Todas las orillas de la ciudad están mermadas de arenales y esto contribuye al aumento del polvo y contaminación, y significa que las calles están súper desgastadas por tanto camión de carga que pasa.
DOB: Sí es un tema fuertísimo, ¿qué pasará con las generaciones del futuro cuando vean esos cerros devastados?
FDJ: Van a ver las pinturas de Velasco y van a preguntar “¿por qué se inventó esos seis volcanes de ahí? ¿A dónde se fueron?” [Risas]. Además en un arenal, por si nunca lo has visto, no crece nada, es algo que va a estar muerto para siempre.
DOB: Ya para ir cerrando, algo que considero muy valioso del libro y sus crónicas es la apuesta por conectar, la apuesta por tender puentes entre las zonas lejanas al centro de la ciudad pero que ya son centros urbanos muy desarrollados. Proyectando un futuro ¿cómo integrar las diferentes áreas? ¿Cómo ves tú a la Ciudad de México en 20 años y en 50 años?
FDJ: En 20 años… Creo que el centro de la ciudad ya está llegando a su punto de máximo desarrollo. Aunque sigue creciendo la cantidad de oficinas como en Reforma. Existen muchos factores como el aumento de los precios inmobiliarios como pasa en el Centro Histórico. También está la congestión, es caro, es caluroso, hay problemas de contaminación. Entonces creo que ya estamos empezando a ver un traslado a zonas más periféricas, la gente ya no ve tan ridícula la idea de mudarse a Azcapotzalco o algo así. Espero que en los próximos 20 años, las periferias, primero las más cercanas al centro como Iztacalco y Azcapotzalco, van a ir desarrollándose cada vez más y también lugares más lejos como Chalco y Cuautitlán. Espero que la ciudad se vaya equilibrando porque siento que ahora está fuera de equilibrio, es demasiado centralizada. En veinte años espero una periferia cada vez más próspera. En cincuenta años, creo que eso es mucho tiempo… [Risas]
DOB: ¿Va a seguir existiendo la ciudad?
FDJ: Claro la Ciudad de México no va a desaparecer tan rápido. Imagino que los coches van a ser eléctricos, la tecnología va resolver el problema de la contaminación y que al menos en 50 años sí podremos ver al Izta y al Popocatépetl cada mañana.
Una de las principales ventajas de la Ciudad de México a nivel internacional es que tiene una población muy joven, entonces comparándola con ciudades equiparables a nivel global, tiene un bono demográfico que se va a aprovechar en los próximos 50 años. Espero que la Ciudad de México, al menos en las cosas en las que sus habitantes tienen el control que es el desarrollo cultural y el desarrollo intelectual y ese tipo de cosas, tendrá un alza importante a nivel internacional y va a ser una ciudad más importante de lo que es ahora.
En la parte de infraestructura, creo que las unidades habitacionales de ahora van a estar súper degradadas en 50 años, muchos de los edificios que se están construyendo o que se construyeron en los últimos diez años ya van a estar ruinas en 50 años.
DOB: Ahora sí para cerrar, me da mucha curiosidad saber sobre el tipo de cámara llevabas en los recorridos, ¿era una cámara profesional? Sobre todo por la manera en que la cámara producía efectos en el ambiente y con las personas alrededor.
FDJ: Sí era una Canon GI10, que es poca madre, la calidad de mis fotos tienen más que ver con la cámara que con mi experiencia y sabiduría fotográfica. Es una buena opción para cualquier persona que quiera emprender algo de esta naturaleza. Y sí, llamaba la atención y la gente preguntaba ¿por qué usted anda tomando fotos por acá? Fue de las cosas más complicadas y delicadas, sobre todo porque no soy un fotógrafo realmente experimentado.
DOB: Y en referencia a esa crónica donde cuentas un accidente que tuviste después de haber tomado una foto prohibida a un altar de la Santa Muerte, ¿crees que lo que te pasó en el brazo sí tuvo que ver por esa foto que tomaste?
FDJ: Sí… Bueno no sé, lo que sí sé es que dos años después o año y medio después tuve una plática donde hablé sobre el suceso y dije algunas cosas sobre la Santa Muerte. Al día siguiente estaba caminando por la TAPO y me caí otra vez y ahora el otro hombro quedó herido. Entonces prefiero no opinar sobre eso. [Risas]
DOB: Sí, sí claro. [Risas] Todo en paz con el tema. Lo digo porque leer el libro fue como acompañarte en el recorrido, la lectura también es caminar…
FDJ: Sí es justo de lo quería decir sobre cuando uno va caminando por mucho tiempo. Empiezas a encontrar una realidad simbólica que no necesariamente aceptas como la realidad. Lo que normalmente hacemos es que nos dividimos en dos partes, o al menos yo, dejo a una parte de mí creer que el accidente fue por tomarle una foto a la Santa Muerte. Hay otra parte de mi que no lo cree y nunca lo admitiría, pero me gusta dejar a las dos partes convivir, eso hace una realidad más rica
Feike de Jong
Feike de Jong es un periodista holandés, escribe principalmente sobre temas económicos. Radica en la Ciudad de México desde hace 15 años.
David Ordaz Bulos
Maestro en Sociología Política por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora y licenciado en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Hidalgo. Actualmente interesado en la detonación de procesos de encuentro a través del trabajo con técnicas grupales como el psicodrama y el fotoensayo como medio para cruzar disciplinas