Activista, ciberfeminista y exponente de las autodefensas hackfeministas, Lili_Anaz se preocupa por articular el espacio físico, el ciberespacio y las autodefensas como estrategia de transformación.
Centro de Cultura Digital (CCD): Tu proyecto Mirada sostenida lo sitúo como un antecedente directo de un trabajo que parte de un activismo social a un activismo en espacio cibernético. ¿Cómo fue este tránsito?
Lili_anaz: Creo que desde que decidí ser parte de las transformaciones sociales que permitieran al mundo convertirse en un territorio más libre, he transitado por distintos lenguajes, formas, espacios, códigos y expresividades. Estoy hablando de veinte años de reimaginar constantemente por dónde entretejer, desde dónde conspirar y a partir de qué grietas pensar, co-crear, subvertir y transformar.
Quiero contarte sobre una grieta que lo cimbró todo hace alrededor de ocho años. Una mañana, en medio de una jornada laboral en el área de comunicación en una organización de derechos humanos en la Ciudad de México, me di cuenta que me era insostenible que en el primer café de la mañana era también leer sobre los feminicidios en Ciudad Juárez y en el Estado de México, para después traducirlos en monitoreos, boletines, entrevistas y artículos periodísticos. Sentía al cuerpo por completo fragmentado, doliendo desde los huesos, pero había que seguir. En ese tiempo estaba involucrada en el desarrollo de estrategias creativas para visibilizar abusos sistemáticos a DDHH y la promoción de su defensa en organizaciones y colectivos en México: temas como la migración, el desplazamiento y la desaparición forzada, los abusos laborales en las maquiladoras, el feminicidio, la tortura sexual, la violencia de género, la libertad de expresión y la defensa a defensorxs. Pues esa mañana junto a otras mañanas, tardes y madrugadas en las que ya no podía con la forma en que todo ésto me atravesaba, comprendí que para poder poner el cuerpo tenía que traducir mi trabajo a una práctica artística de vida.
Le di más espacio al trabajo colaborativo con movimientos sociales y colectivos como H.i.j.x.s. México que apostaban por trabajar arte y memoria como estrategia de resistencia para denunciar tanto los feminicidios a defensoras y periodistas, como la desaparición forzada. Luego de conversaciones muy profundas con compañerxs feministas, de involucrarme en campañas sociales online y en acciones directas en calle, caí en la cuenta que para resistir había que sostenerle la mirada a la memoria con el cuerpo entero. Como lenguajes acuerpé simultáneamente la escritura, la fotografía, el diseño, la acción directa y los ciberactivismos —estos últimos ya venían acompañando mi trabajo como defensora de derechos humanos y activista desde años atrás—. Así que luego de todas estas experiencias vitales, encontré que poner el pecho frente a la violencia sistemática en México, principalmente contra las mujeres —contra mí misma— sólo era posible si acuerpaba al arte como herramienta de transformación, como código, como estrategia de autodefensa y como tecnología. Fue a raíz de esta inflección que decidí acompasar mi trabajo como defensora con el de artista y activista feminista. El proyecto Mirada sostenida ha sido uno de los procesos en los que más he metido el cuer(p)o. Desde hace ocho años acompaño a diez mujeres sobrevivientes de tortura sexual de Atenco que mantienen una denuncia internacional contra el Estado mexicano ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En el contexto de elección presidencial de México en 2012, la manipulación de los medios de comunicación y la violencia sistemática por parte del narcoestado nos desbordó. Este proyecto se convirtió en un proceso artístico transmedial como estrategia para viralizar la palabra clara y sostener en complicidad la mirada, luego de dos años de trabajo de investigación, relaciones afectivas, entrevistas y acompañamientos fotográficos. Poco a poco se fueron hilvanando redes colaborativas desde la cultura libre, y junto con ellas, experimenté cómo ir más allá de una reacción ante una amenaza constante por el terrorismo de Estado y accionar desde lo que nos encuentra y no desde lo que nos paraliza. Simultáneamente con el arranque de este proyecto, trabajé en distintos proyectos hacktivistas dentro del colectivo Astrovandalistas.
CCD: Trabajar el tema de internet implica un montón de asuntos a cuidar: el espacio mismo de la web como territorio, la autonomía que se gestiona, o se busca y se procura en este espacio que cada vez parece ser menos libre. Y de forma más particular la forma en que navegamos y las huellas que dejamos.
Lili_anaz: Internet es un territorio geopolítico en disputa, no es libre, y quienes están tomando las decisiones sobre el día a día nos envían mensajes a la fuerza: que no podemos ni debemos reimaginar paisajes y mundos, y que seguirá reproduciendo el sistema en el que vivimos: misógino, heteropatriarcal, capitalista y neoliberal; que es y será un holograma de cómo estamos permitiendo que se narre el mundo y que por ningún motivo tenemos la posibilidad de intervenir esta versión de realidad. Que de pronto hagamos conciencia de ello no resta, al menos para mí, que ame algunas de las capas, profundidades y magias distribuidas que aún podemos habitar gracias a Internet. Yo me pregunto todos los días cómo podríamos plantearle un presente y un futuro para generarle condiciones de posibilidad: ¿qué trabajo hay que mantener para que Internet pueda ser cada vez un territorio menos centralizado, heteropatriarcal y distópico? ¿Cuáles son nuestras narrativas para hackear sus protocolos? Lo que me salva cada que navego por estas aguas abisales de complejidad es pensar, imaginar y meterle mano junto con otras al Internet que sí queremos, y eso me lleva directo a preguntarme cuáles son las relaciones que sí quiero, la organización que sí quiero, las redes por la que me vale la pena seguir metiendo el cuerpo; la vida por la que nos vale la pena seguir encontrándonos, resistir, cultivar y combatir.
Voy a dar un brinco de nuevo en el tiempo. En algún momento del 2013, mientras experimentaba cargar una maleta y varias cajas de manera constante por la migración de casas y ciudades, pensaba simultáneamente en cómo transportar bases de datos de un lugar a otro con mis sitios web, migrándolos también entre distintos servidores. Ambas mu(danzas) las sentí igual de físicas y reales. Pasé de darme cuenta cómo funcionaba esta dimensión de Internet a distinguir la diferencia entre servidores comerciales y autónomos, qué implica posibilitar y sostener un hogar seguro en internet, y ya en algún punto más adelante, cómo generar vecindades digitales para habitar cada tránsito en este territorio de manera más segura. Ésto me llevó a preguntarme qué implicaba para mí y para mi comunidad hacerme más consciente de la dimensión política de Internet y el trabajo constante por la generación de espacios de encuentro más seguros para todxs.
CCD: ¿Cómo surge el Lab de Intereconectividades y cómo empiezas tú a involucrarte con acciones de autodefensa hackfeminista?
Lili_Anaz: Para finales del 2013, cuando se veía venir la amenaza de la Ley de Telecomunicaciones en México —como parte de una nueva estrategia para legalizar el espionaje y la vigilancia masiva principalmente contra activistas, defensorxs y periodistas— por parte del Estado mexicano, entre varixs aliadxs repensamos y desdoblamos de nuevo nuestras apuestas para intencionar esfuerzos colaborativos que integraran la dimensión tecnopolítica, la del hacking, la artística y la activista en nuestras luchas cotidianas. Es en ese contexto que surge hace cuatro años el Laboratorio de Interconectividades como un proyecto artístico hackfeminista desde la complicidad transfronteriza entre Nadège (co-fundadora del Lab, hoy parte de Kéfir) y yo. Desde entonces, el Lab ha trabajado en el desarrollo de estrategias de autodefensa y cuidados colectivos digitales; en habitar internet como espacio político de encuentro y bienes comunes accesible para todxs; en la generación de espacios seguros de lucha, goce y encuentro, y en la provocación de ecosistemas de cultura libre en distintas interfases de internet, México y Latinoamérica.
Desde el inicio de este proyecto, decidimos acuerpar la autodefensa digital con una perspectiva hackfeminista. Para mí la ética hacker tiene mucho más que ver con una posibilidad de experimentar, de poder intervenir las cosas, de generar huecos para preguntarnos, de encontrar los pretextos para hacer juntas y en nuestros propios términos. El hackfeminismo me empuja a preguntarme cómo subvertir lenguajes, organización, relaciones. Existe una importancia vital en preguntarnos sobre maneras autónomas de organizarnos y afectarnos sin reproducir las violencias cotidianas que nos arrancan el aliento, y por el contrario, accionando tecnologías que nos devuelvan las sonrisas. Los afectos como una tecnología hackfeminista. Nombrar este proceso como "autodefensa hackfeminista" ha tenido que ver con buscar narrativas propias y en complicidades políticas, afectivas y autónomas para accionar desde los cuerpos sin miedo. Crear desde las fisuras, de los flujos y desde la potencia de los afectos; intervenir mis prácticas para ampliar la mirada; repensar procesos de construcción colectiva de conocimiento de forma más profunda; ser la pregunta incómoda, meterle mano a las máquinas, crear artefactos, mutar identidades, hacer juntas, volverme parte de un pensamiento profundo que poliniza junto con otras a través de esporas que cuartean sistemas oxidados e insostenibles.
CCD: Tus últimos trabajos reúnen una interesante dupla de acciones, las autodefensas en un espacio físico y la autodefensa hackfeminista... y se resume en algo bien concreto que leemos en la página del Lab: no hacer una diferencia offline/online. Estamos con el cuerpo en el ciberespacio.
Lili_anaz: Ahí viene otro punto de inflexión para mí: experimentar con el cuerpo, una vez más, la necesidad impostergable de generar un diálogo entre autodefensas y hackfeminismo. En la primavera del 2015 nos conocimos Comando Colibrí y el Laboratorio de Interconectividades, en medio de una situación cada vez más violenta contra las mujeres. Vivimos en un país que lleva más de diez años en una guerra declarada contra todas las personas, principalmente contra los cuerpos de las mujeres, en el que persisten siete feminicidios al día, y en el que es insostenible que se siga enviando un mensaje desbordado de odio a través de nuestros cuerpos como botín de guerra. Así que el por qué de hacernos cómplices tiene una base que en ese momento y en este nos sigue trastocando la vida. Entonces complementamos nuestras luchas y decidimos escribir lo que nos ha acompañado durante estos años: "Combatir es pelear pero también resistir: trabajar continuamente por mantenernos fuertes, gozosas y vivas." Al proyecto le llamamos "Autodefensas Hackfeministas", y a tres años de comenzar, hemos desarrollado una metodología estratégica que hibrida autodefensa feminista, técnicas de artes marciales y cuidados colectivos digitales. Sigo sosteniendo este proceso porque en él no voy sola, somos autodefensas, y porque creo que no hay nada más potente que los cuerpos que se saben a sí mismos, que trabajan el miedo, lo revierten y que se sintonizan con gusto para generar un hack a la guerra contra nosotras. En este proyecto trabajamos con el cuerpo como nuestra primera tecnología, nuestro primer territorio y nuestra primera infraestructura a cuidar y defender en cada uno de los territorios que habita.
Para mí es vital habitar mi cuerpo y habitar Internet sin dicotomizar lo "real" de lo "virtual", o lo "físico" de lo "digital". Luego por ello tenemos por ejemplo el cómo se tratan las violencias que se dan en estos territorios, haciéndonos creer que no existen porque "no son físicas", "porque no se ven", "porque no dejaron huella visible". Sentimos física y químicamente cualquier tipo de movimiento en Internet. Es tiempo de ir soltando ese arraigo que nos quiere hacer creer que no hablamos de territorios que albergan ecosistemas vivos, que son nuestros paisajes y que están profundamente interconectados.Uno de los retos es cómo pasar de usuarias a habitantes, desarrolladoras e investigadoras con conciencia crítica. Y con ésto me viene siempre la pregunta: ¿cómo vamos a hablar, repensar y construir el internet que sí queremos si no problematizamos nuestra relación con nuestro cuerpo, con otras especies y con los ecosistemas de los que formamos parte? ¿Cómo vamos a reimaginar mundos si no repensamos cómo habitamos las tecnologías, cómo ampliamos nuestros imaginarios sobre ellas, y si no nos preguntamos por las infraestructuras que las sustentan?
*Retrato de Liliana Zaragoza fotografía de Érika Vit
Liliana Zaragoza Cano
Liliana Zaragoza Cano [Lili_Anaz] es artista, comunicóloga, fotógrafa, escritora y activista hackfeminista. Co-fundadora y coordinadora del Laboratorio de Interconectividades. Sus proyectos se concentran en la intersección entre arte, cuerpos, memoria, resistencias, tecnologías libres, redes autónomas, hacking, ciberfeminismos y autodefensa feminista. Es autora del proyecto artístico transmedial Mirada sostenida. Como consultora y defensora ha coordinado estrategias creativas para visibilizar abusos sistemáticos a DDHH y la promoción de su defensa en organizaciones y colectivos en México: temas como la migración, el desplazamiento y la desaparición forzada, los abusos laborales en las maquiladoras, el feminicidio, la tortura sexual, la violencia de género, la libertad de expresión, la defensa a defensorxs y la autodefensa digital con perspectiva feminista. Formó parte del colectivo artístico Astrovandalistas. Camina, escribe, observa árboles y astros, practica artes marciales y remezcla beats. Habita Internet y distintas interfases de México y Latinoamérica.