Presentamos una reseña a Entre Hoja y Pantalla, la versión en español que lleom realizó del libro Between Page & Screen, un poemario de Amaranth Borsuk que experimenta con distintos lenguajes y soportes. Viera Khovliáguina expone distintos niveles de traducción que operan en la lectura mediada por dispositivos digitales.
Entre Hoja y Pantalla (Between Page & Screen) es un libro escrito por la poeta y artista Amaranth Borsuk en colaboración con el desarrollador digital Brad Bouse. Se publicó por primera vez en inglés en 2012 por la Editorial Siglio. En 2019, la traducción al español que hizo el Laboratorio de literaturas extendidas y otras materialidades (LLEOM) fue publicada por Cultura UNAM. Después de haber leído y analizado ambos textos, la traducción de LLEOM tiene muchas decisiones osadas que no cualquier traductor se atrevería a ejecutar: múltiples licencias poéticas, creaciones discursivas, amplificaciones lingüísticas, sustituciones que jamás rozan la domesticación y variaciones léxicas muy ingeniosas. Entre Hoja y Pantalla es una obra revolucionaria e intrépida que demandaba una traducción con estas mismas características.
En la Introducción de Entre Hoja y Pantalla los traductores Roberto Cruz Arzabal, Cinthya García Leyva, María Andrea Giovine Yáñez, Susana González Aktories y Ana Cecilia Medina Arias acotan lo siguiente: “Dadas las muchas licencias que se tuvieron que tomar, más que pensar en una traducción, concebimos esta propuesta en términos de una versión. (…) Decidimos dar preferencia a los procedimientos artísticos por encima de la referencialidad de las palabras”. Esta decisión es pertinente pues no solo respeta el espíritu de la obra original sino que abre la puerta para que nuevos lectores, en un futuro, materialicen nuevas versiones.
Para leer los poemas traducidos es necesario entrar a betweenpageandscreen.com/espanol y colocar el libro frente a la webcam para que ésta descifre el código y lo presente en forma de texto en la pantalla. La primera vez que accedí a la página, intenté mostrarle el código a la computadora tal y como lo estaba viendo yo, así que giré el libro horizontalmente para que la cámara lo leyera “al derecho”. Me sentí algo torpe al ver que, si se decodificaba así, el texto aparecía espejeado; asumí que el ojo de la pantalla era el de un lector con el que yo tenía que hacer equipo para leer el libro. No me di cuenta de lo equivocada que estaba hasta después de leer el poemario un par de veces.
Lo que había que hacer era simplemente inclinar el texto hacia la pantalla sin dejar de sostenerlo “al derecho”. Así, la webcam lee el código desde su postura y su percepción y, lo convierte en palabras que yo puedo interpretar y entender. Es decir, hay otro proceso de traducción que ocurre a la par de la lectura de los poemas.
Leonardo Flores, creador y editor del blog I ♥ E-Poetry, menciona lo siguiente en su tesis doctoral Typing the Dancing Signifier: Jim Andrews’ (Vis) Poetics, donde analiza el trabajo del programador, matemático y poeta visual Jim Andrews:
Given that people and computers read in similar and different storage media, what happens when we use a computer to read an electronic text? We read a reading of the codes that describe the text and instruct the computer on how to display it, but we are also giving instructions. A reader of e-texts is already a part of the computer’s interpretive structures just as the computer’s software and hardware are already encoded into their users mental processes.[1]
Esto significa que la interacción con una computadora, a estas alturas del partido, se ha convertido en un proceso de simbiosis que ha humanizado a la máquina y nos ha transformado en ciber lectores. Este razonamiento se amplifica si tomamos en cuenta que lo que estamos leyendo es poesía, cuya naturaleza es el juego y la exploración de todas las caras del lenguaje. Menciono esto porque si el trabajo de Borsuk y Bouse se mira de reojo, pareciera que está atorado en una sola de estas caras: la forma. Ahora que lo pienso, Entre Hoja y Pantalla bien podría haberse ejecutado como un texto cualquiera, sólo dependiente de la disposición física y tecnológica del lector: abro mi pop-up book digital, me impresiono con las letras invisibles que flotan sobre mi ejemplar y tan-tán. Pero Amaranth Borsuk no es una generadora de contenidos sino una artista del lenguaje. Su sintaxis poética es muy compleja; alberga incontables figuras retóricas que no se duermen en sus laureles, sino que respaldan y cobijan un nuevo modo de narrar.
Uno de los artefactos verbales más valiosos de Entre Hoja y Pantalla es un homenaje a la poesía concreta. Borsuk vivifica la mitad de sus poemas con animaciones tridimensionales que se mueven por la pantalla en concordancia con el ángulo que el lector le da al libro. Este recurso consolida el carácter de H y de P: mientras la primera describe su naturaleza pálida y bidimensional, la segunda narra su temperamento ondulante y misterioso. Estas descripciones suscitan un coqueteo violento que adquiere sentido gracias a la animación concreta.
Lo que le otorga dinamismo al coqueteo es la manera en que Borsuk le exprime los huesos a la etimología de los personajes. El resultado es un destilado del carácter histórico (e histriónico) de H y de P; Borsuk rastrea el origen de sus vocablos y los acomoda para formular halagos y redactar confrontamientos. Esto genera un juego de palabras elevadísimo que es tan divertido como difícil de traducir a otro idioma.
Quiero creer que lo que anhela todo creador es que el receptor de su obra sea un lector activo; una persona que se involucre enérgica y lúcidamente con su trabajo para sacarle el mayor provecho posible. Al leer Entre Hoja y Pantalla me di cuenta de que no sólo debía ser un receptor activo de la obra, sino la chispa encargada de detonar la explosión comunicativa. Para escribir esta reseña probé un sinnúmero de metáforas posibles para explicar mi papel en este proceso de lectura: me sentí como un puente de carne y hueso; como una articulación o un ligamento; como un canal de navegación e incluso como un túnel que conecta dos extremos de luz: pantalla y hoja. Sin mi presencia, la comunicación entre estos dos puntos no podría concretarse y la ejecución de la obra sería imposible.
Es probable que ésta reflexión pueda aplicarse a la apertura de cualquier libro: si no hay lector no hay obra, aunque las palabras estén impresas sobre la hoja inerte. Sin embargo, en este caso, a la fórmula se agrega un hecho todavía más tenebroso, si se quiere: el contenido del poemario es un intercambio epistolar entre H (hoja) y P (pantalla). Durante el diálogo tratan de definir tanto su carácter individual como el de su relación y, durante esta búsqueda, me mencionan a mí, es decir, a su lector. A su puente de carne y hueso.
Casi al final de su Introducción, LLEOM acota: “Lo que en cualquier traducción es una negociación lingüística y cultural entre original y versión, en este libro se vuelve también un diálogo entre modalidades culturales de la tecnología de la escritura”. Me parece que ésta es una idea que cualquier lector activo tiene la responsabilidad de examinar de cerca. La eterna guerra entre los revolucionarios y los conservadores; entre los inquietos y los nostálgicos; entre los viejos aparatos contra las nuevas tecnologías, no es más que una ilusión cuyo momento de ser corrompida ha llegado. Me refiero al supuesto antagonismo entre hoja y pantalla que hay en este momento histórico. ¿Team hoja o team pantalla? ¿Kindle o libro usado? ¿Tomo I o PDF? ¿Cursor o marcatextos? La obra de Borsuk sirve para desmentir estas enemistades y afirmar que toda opción de lectura es capaz de devorar al lector si éste se atreve a vulnerarse y prestarse como puente.
[1] Dado que tanto las personas como las computadoras leen en soportes de almacenamiento similares pero diferentes, ¿qué ocurre cuando usamos una computadora para leer un texto electrónico? Leemos una interpretación de los códigos que describen el texto e instruyen a la computadora sobre cómo representarlo, pero también estamos dando instrucciones. Un lector de textos electrónicos ya es parte de las estructuras interpretativas de la computadora, así como el software y el hardware de ésta ya están codificados dentro de los procesos mentales de sus usuarios.
Viera Khovliáguina
Viera Khovliáguina nació en San Petersburgo pero vive en la Ciudad de México desde hace más de veinte años. Es dramaturga egresada del Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la UNAM; traductora literaria formada en el DFTL de la ENALLT e ilustradora amateur.