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El DRM y el control de lo que lees

Por Irene Soria /

27 ago 2019

 

Imagina que tu librería local decide cerrar el negocio. Imagina que los gestores de la misma han pensado en recoger los libros que ya te vendieron, pero te avisan que, eso sí, te devolverán el dinero. Ahora imagina que el personal de esa librería accede a tu casa, se dirige a tu estante de libros y toma aquellos que te vendió, dejando tu dinero de vuelta sobre tu mesa de centro. En caso de que tengas algunas anotaciones o marcas en ellos, el negocio te compensará con 25 dólares extras al precio que pagaste por el libro, pero eso sí, olvídate de ellas[1]. Algo así ha sucedido de manera virtual en múltiples ocasiones y si bien no todas las analogías del entorno offline pueden ser válidas para entender algunos fenómenos, el ejemplo anterior nos ayuda a explicar la magnitud de un problema que reabre un debate que por desgracia no es nuevo.

El pasado mes de julio, Microsoft cerró su tienda de libros en línea y sus libros electrónicos dejaron de estar disponibles. Aunque las personas que adquirieron un ebook de la Microsoft Store obtendrán el reembolso completo por sus compras, ya no tendrán acceso a ninguno de los ejemplares, incluso aquellos que fueron adquiridos de manera gratuita lo que implica que se borrarán de todos los dispositivos electrónicos en los que alguna vez fueron leídos. Esta acción, naturalizada en los entornos mercantiles digitales, supone una invasión a la privacidad, evidenciando con ello el nivel de control y acceso que las grandes corporaciones tienen respecto a los dispositivos de las personas usuarias.

Desde sus orígenes, Microsoft Store, así como muchas otras plataformas de servicio que ofrecen repositorios con canciones, películas, fotografías o videos representados en ceros y unos, y distribuidas por grandes empresas, cuentan con mecanismos que controlan la copia, reproducción o visualización de archivos. Dichos mecanismos reciben el nombre de DRM, siglas en inglés que significan Digital Rights Management o Gestión de Derechos Digitales.

El DRM es en resumen cualquier estrategia puesta en marcha por las compañías que empaquetan contenido digital para controlar la distribución de obras culturales, impidiendo por ejemplo que estos se compartan en otros dispositivos no asociados a los de la persona que lo compró. Dichas medidas imposibilitan compartir con otra persona la canción que compraste en iTunes, o grabar en un CD tu lista de preproducción de Spotify para regalarlo a alguien cercano —como solíamos hacer en el siglo pasado.

A pesar de que en la industria no existe un estándar para llevar a cabo la gestión de los derechos digitales, esta se implementa generalmente a través de algoritmos que conforman software dentro de tus dispositivos. Dicho software emplea códigos incrustados en la mayoría de los contenidos digitales, ¡y también en el hardware! Esto quiere decir que los reproductores de mp3, celulares, discos duros, lectores de bluray y hasta los adaptadores de proyectores, incluyen mecanismos DRM de fábrica. La activista argentina Beatriz Busaniche afirma que estos algoritmos "deniegan o autorizan de manera inapelable el acceso a la obra de acuerdo a condiciones que pueden ser cambiadas unilateralmente por el proveedor de la obra con total independencia de lo que dicte el marco jurídico"[2]. Un libro con DRM no puede compartirse ni mucho menos copiarse, limitando así su distribución a quien pueda comprar el permiso de leerlo, así mismo permite a los proveedores borrarlo de los dispositivos, incluso sin que las personas usuarias lo sepan. El mencionado caso de Microsoft no es el primero, ya en el 2009 Amazon borró el libro 1984 de George Orwell[3] de los dispositivos Kindle y en el 2005 Sony instaló un software espía en miles de computadoras a través de los DRM incrustados en ciertos CD de música.[4]

 

"ALERTA DRM. Este producto tiene uso restringido o invade tu privacidad"
Sticker de la campaña DefectiveByDesing

Debido a que el DRM atenta contra varios derechos debemos cuestionar severamente su implementación en el entorno digital, ya que estos mecanismos dificultan la accesibilidad de las obras generadas con y a partir de recursos digitales con licencias restrictivas; impiden su adaptabilidad a múltiples formatos y consecuentemente, pone en entredicho su conservación digital en el tiempo.          

Para quienes somos activistas en favor de la libre circulación de las obras digitales, el DRM no "protege" los objetos culturales sino que limita y restringe su circulación, en beneficio de los intereses de unas cuantas personas dueñas de las empresas que median la distribución. Es por ello que nos referimos al DRM, como Digital Restriction Management, o Gestión Digital de Restricciones, y nos oponemos categóricamente a su implementación.

La implementación de la Gestión Digital de Restricciones implica algunas amenazas:

  1. Se pone en riesgo el derecho a la intimidad. Terceros pueden monitorear y registrar nuestras actividades de consumo cultural digital, posibilitando así su vigilancia.
  2. Mayor control para terceros, quienes adquieren la capacidad de controlar e impedir que las personas usuarias lean, escuchen y vean ciertos contenidos.
  3. Restricción de la libertad de expresión: los "candados" técnicos en diversos textos, impiden la utilización del derecho de cita y la realización de obras derivadas[5].
  4. El DRM restringe el derecho de copia privada, incluso en los casos autorizados por la ley —como respaldos o copias para uso privado.

Actualmente, existen diversos mecanismos que buscan eludir los DRM considerados ilegales pues se les asocia con la piratería y las amenazas al derecho de autor. Sin embargo, antes de criminalizar o sancionar estas acciones, hay que ampliar la reflexión hacia múltiples esferas y desde diversos enfoques, ya que “el DRM sirve para limitar la copia, bajo el argumento de frenar la piratería y proteger al creador. La realidad es que este mecanismo rara vez funciona, y cuando lo hace, es de manera restrictiva”[6]

Grupo de activistas protestando en contra del uso de mecanismos DRM

 

Campañas como Defective by Design de la Free Software Fundation o algunas más de la Electronic Frontier Foundation llevan varios años en la lucha por las libertades digitales. La esperanza de que las nuevas generaciones frenen o al menos cuestionen el uso de DRM, aún después de catorce años de escándalos y de su amplia proliferación, es la información, pues como diría uno de los ejecutivos de Disney en el 2005: "Si los consumidores llegaran a saber que existe un DRM, qué es y cómo funciona, habremos fallado"[7].

 

[1]    Books in Microsoft Store: FAQ https://support.microsoft.com/en-us/help/4497396/books-in-microsoft-store-faq

[2]    Beatriz Busaniche, Tecnologías de restricción: Los sistemas DRM, en: Monopolios Artificiales sobre Bienes Intangibles.

[3]    Amazon retira dos obras de Orwell de los Kindle de sus clientes https://elpais.com/tecnologia/2009/07/20/actualidad/1248080461_850215.html

[4]    https://en.wikipedia.org/wiki/Sony_BMG_copy_protection_rootkit_scandal

[5]    La última cita de este texto, es un ejemplo de ello, ya que, si no se paga una suscripción, no es posible acceder al artículo original de The Economist

[6]    Pepe Flores, DRM: el intento por regular el derecho a copiar, disponible en: https://www.qore.com/articulos/5193/DRM-el-intento-por-regular-el-derecho-a-copiar#sthash.505Zbyab.dpuf

[7]    "If consumers even know there's a DRM, what it is, and how it works, we've already failed." Declaración de Peter Lee, Disney Executive en entrevista con The Economist in 2005 https://www.economist.com/special-report/2005/09/01/science-fiction. Contenido, que por cierto, está protegido por un mecanismo DRM.

Irene Soria

Irene Soria Guzmán (Ciudad de México, 1983) Doctoranda en Estudios Feministas en la UAM-Xochimilco, representante de Creative Commons México, académica, diseñadora gráfica y activista del movimiento de software y cultura libre. Comenzó a usar software libre en el 2009 y desde entonces sólo usa tecnologías y recursos abiertos para su ejercicio como diseñadora gráfica y profesora. Se ha desempeñado como tallerista, facilitadora, docente, ponente y conferencista en México y en el extranjero. Sus temas de interés van y vienen entre el feminismo, la tecnología, la cultura libre, la seguridad digital, el software libre, la cultura hacker y el conocimiento abierto. En el 2016 coordinó el libro Ética hacker, seguridad y vigilancia publicado por la Universidad del Claustro de Sor Juana y del cual también es autora. Todavía teme asumirse como hackfeminista porque siente que aún le queda mucho camino por recorrer.