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Estéticas digitales

Por Carolina Gainza /

3 dic 2018

Esta es una selección del libro Narrativas y poéticas digitales en América Latina. Producción literaria en el capitalismo informacional de Carolina Gainza, parte de la colección de Remediables.

 

Karl Marx, Walter Benjamin, Marshall Mcluhan y tantos otros autores nos recuerdan que las formas de percepción humana cambian de acuerdo a sus circunstancias históricas, en relación con los modos de existencia creados socialmente, entre estos, la tecnología. Considerado este axioma generalmente aceptado, no cabe sino asumir con toda puntualidad la premisa, a riesgo de incurrir en una trivialidad, de que las transformaciones en las formas de producción y los cambios tecnológicos han afectado históricamente la creatividad literaria. A través de la experimentación con las tecnologías digitales, la literatura se ve enfrentada a nuevas prácticas que transforman los modos de percepción. En este sentido, dichas prácticas de escritura y lectura que podemos observar en la literatura digital nos hablan de formas de sociabilidad que provienen, por un lado, de un cambio en las condiciones de producción y, por otro, de un cambio tecnológico. La literatura expresa la sensibilidad de una época, y se transforma a partir de la experimentación con los medios tecnológicos. El modernismo latinoamericano y las vanguardias son ejemplo de eso: la ruptura con las normas artísticas establecidas, la conexión con otras artes (visuales, por ejemplo) y la utilización de las tecnologías disponibles para experimentar en el terreno de la escritura y la lectura. Sin embargo, ese nodo que es la literatura, donde convergen diversas formas de creación narrativa y poética, también genera, como señalamos en el capítulo anterior, líneas de fuga y prácticas culturales alternativas en las cuales las redes adquieren otros significados.

De esta forma, si bien la esfera de la cultura se ve afectada por los cambios históricos, mantiene su autonomía al no constituirse como un puro reflejo de lo que sucede en otras dimensiones de la sociedad. En el caso específico de la literatura esta afecta la realidad social en la cual aparece y se desarrolla, y, en consecuencia, constituye un espacio donde las culturas se piensan a sí mismas, generan relaciones sociales, difunden conocimientos y crean imaginarios sociales que finalmente influyen en los procesos de construcción identitaria y en la producción de la subjetividad. Lo anterior se ejemplifica admirablemente en la literatura latinoamericana, en el trabajo de Ángel Rama y su análisis sobre la “ciudad letrada”, así como en tantos estudios acerca del rol de la literatura decimonónica en la construcción del imaginario nacional en el siglo xix, el papel del modernismo en la construcción de la cultura moderna, la literatura indígena y su preservación de los imaginarios simbólicos, entre otros. Al respecto, John Beverley señala que en América Latina la literatura constituyó un elemento fundamental en la articulación imaginaria de las clases dominantes, “La literatura (...) no solo tenía un papel central en la autorepresentación de los estratos altos y medios de la sociedad latinoamericana; era una de las prácticas sociales a través de las cuales dichos estratos se constituían así mismos como dominantes.” (ix). Además, en momentos de crisis social, la literatura desempeñó un papel importante en la construcción de los imaginarios revolucionarios. Beverley afirma que un cambio en la noción de literatura significa no solo el cuestionamiento de la formas hegemónicas predominantes en la disciplina, sino que también la liberación de fuerzas sociales y culturales que son especialmente creativas, las cuales pueden convertirse o no en hegemónicas al institucionalizarse o ser cooptadas por relaciones de poder.1 

Nos encontramos en uno de esos períodos de crisis en los cuales la pregunta sobre el quehacer literario se escucha recurrentemente ante la aparición de nuevas narrativas y poéticas, formas de creación, lenguajes y experimentación literaria. Estas formas de creación dan cuenta de una realidad cambiante, a la vez que se convierten en espacios de relaciones sociales donde se piensa la sociedad y donde se crean nuevas prácticas culturales y subjetividades. Así, la literatura no constituye únicamente un espacio de experimentación estética o un reflejo de prácticas sociales, sino que las estéticas se producen en relación simbiótica con prácticas socioculturales y procesos de creación de subjetividades. Se puede decir, entonces, que la literatura retroalimenta los propios procesos sociales que la determinan, relativa o parcialmente.

La práctica literaria está siendo profundamente transformada por la incorporación y uso de las tecnologías digitales en la creación de narrativas y poesía. Esta transformación se inserta en un proceso de cambio global en el cual las TIC han afectado profundamente nuestra manera de hacer las cosas, en ámbitos como la comunicación, la política, la economía y las relaciones sociales. Dentro de estos cambios, las TIC han servido para la organización de prácticas revolucionarias y protestas, tales como el movimiento zapatista, las protestas antiglobalización, y en los últimos años, la denuncia de los abusos en Egipto, Siria y Turquía, movimientos como el iniciado en Chile por los estudiantes universitarios y secundarios, las protestas contra el endurecimiento de leyes de propiedad intelectual como SOPA, PIPA y ACTA, Occupy Wall Street, los indignados en España, entre muchos otros procesos. En síntesis, se podría argüir que estas tecnologías y sus usos han afectado la forma en que habitamos el mundo, al potenciar y transformar las prácticas sociales y culturales que conocíamos hasta hace unas décadas.

El impacto de la revolución digital en la literatura no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Existe una tendencia a comparar la revolución digital con la invención de la imprenta, sin embargo, en esta última, principalmente se modificó la circulación de los textos, lo cual permitió paulatinamente el acceso a la lectura por parte de un público más amplio. Por supuesto que el surgimiento de la imprenta tuvo consecuencias que afectaron ciertas prácticas literarias de forma sustancial, como el surgimiento de la novela moderna. Por otra parte, potenciaron ciertos fenómenos asociados a la modernidad, especialmente en lo referente a la construcción de la subjetividad: la figura del autor, como subjetividad creadora original e individual, y el sistema de derechos de propiedad intelectual, que afirman la subjetividad de la autoría, fueron actos que contribuyeron a la definición de la literatura moderna. Sin embargo, gran parte de las transformaciones ocurridas en la literatura no afectaron su materialidad principal, el códex (Chartier, 2013; Martín Barbero, 2005). En este sentido, la literatura digital da cuenta de una transformación no solo en la técnica de la reproducción de los textos, sino que del vínculo entre escritura y su materialidad, lo que nos lleva a repensar tanto lo que entendemos por escritura literaria como las formas de lectura.

Así, cuando hablamos de literatura digital nos referimos a la introducción de un soporte de escritura diferente, que afecta la práctica literaria en su conjunto, producción, circulación y recepción, si es que aún podemos entender estas dimensiones por separado.2  Así como la literatura moderna se define en parte por el formato que utiliza —la impresión y la escritura que se plasma en el formato libro— la literatura digital no solo incorpora tecnologías en su producción, sino que se trata de un ejercicio escritural que es digital en su definición: utiliza un soporte distinto que mueve a la escritura alfabética del centro que ocupa en la literatura impresa, permitiendo establecer relaciones con escrituras no alfabéticas: pictóricas, auditivas, gestuales e informáticas.

¿Qué mecanismos de producción podemos identificar en la literatura digital? ¿Cómo funciona esta “máquina textual”? ¿Cuáles son las tecnologías y recursos estéticos utilizados en su producción? ¿Qué efectos producen en el lector las tecnologías digitales incorporadas en la literatura digital? Estas preguntas nos permitirán explorar un lenguaje y formas de aproximarnos a un fenómeno que, en muchos aspectos, escapa de las concepciones literarias que estábamos acostumbrados a manejar.

 

 

 

 


1En este aspecto, la literatura y cultura digital en general presentan un desafío para los estudios culturales latinoamericanos. En relación con este tema, Claire Taylor y Thea Pitman analizan diversas prácticas culturales online y cómo éstas resignifican procesos de construcción identitaria en su libro Latin American Identity in Online Cultural Production (2013).

Por ejemplo, en el caso de prácticas de escritura como el fanfiction o la escritura colectiva, la división entre productor y receptor es casi inexistente.

 

Carolina Gainza

Carolina Gainza Cortés (Socióloga y Máster en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Chile; Phd en Hispanic Languages and Literatures, University of Pittsburgh) es profesora e investigadora de la Escuela de Literatura Creativa de la Universidad Diego Portales (Santiago, Chile). Su principal área de investigación se relaciona con la cultura y humanidades digitales, donde reflexiona sobre las formas de creación y las estéticas de lo digital, las formas de circulación de la cultura y el conocimiento, los lenguajes, y las formas de subjetividad que se han desarrollado en el siglo XXI. Actualmente trabaja como directora y co-directora en diversos proyectos de investigación en temas de literatura y cultura digital, tanto a nivel nacional (Conicyt) como internacional (Youngstown State University). También dirigió la Revista Laboratorio entre los años 2013 y 2017 (http://revistalaboratorio.udp.cl/)   y participó como curadora de la 13ª Bienal de Artes Mediales en 2017 (http://www.esteticasdigitales.cl/). Los resultados de sus proyectos se encuentran publicados en www.culturadigitalchile.cl.