En unos días pondremos en circulación el libro El abismo de las redes sociales. Culturas críticas de internet y la fuerza de la negación del teórico holandés Geert Lovink. Ofrecemos un ensayo que forma parte de ese libro demoledor, una crítica profunda del aquí y ahora de nuestra vida como usuarios puntuados por lo que las plataformas precreadas nos piden hacer mientras entregamos datos e información preciada en el mercado. Aquí un adelanto de este libro coeditado por el Centro de Cultura Digital, el 17, Instituto de Estudios Críticos y el Institute of Network Culture.
El verdadero misterio del mundo es lo visible, no lo invisible
Oscar Wilde
En sus notas sobre la red social de fotos, Instagram, Vincent Larach observa que “la fotografía se ha convertido en una parte integral de nuestras vidas. Está tan profundamente arraigada en la forma en la que capturamos instantes de tiempo y en cómo compartimos información que apenas si notamos el medio que empleamos para hacer tantas cosas”. Apenas lo notamos: bienvenidos al “subconsciente-tecno”, un reino en rápido crecimiento facilitado por la cantidad cada vez mayor de gadgets y dispositivos de registro que nos rodean. Los bucles de retroalimentación de las máquinas dirigen constantemente la parte de la mente que está por debajo del nivel de percepción consciente. Al principio estamos fascinados y sentimos la “disrupción” pero poco después, la aplicación o la función se disuelve en el fondo y se convierte en parte de la vida cotidiana. La producción y el consumo de imágenes se han convertido en una parte integral de la esfera “no completamente consciente”, otorgando la victoria a la mirada pública sobre la privacidad en todas las circunstancias posibles.
En el entorno mediático en constante cambio del presente, hay un esfuerzo continuo por construir y mantener un entendimiento crítico de todas las ideologías ocultas dentro del software, las interfaces y las plataformas que alimentan directamente al subconsciente-tecno. Este es también el caso de artistas y activistas que por razones estéticas y sociopolíticas exploran intensamente las posibilidades de las nuevas tecnologías. Los artistas, declaró una vez Ezra Pound, “son las antenas de la raza”. Hace un siglo se suponía que debían ser los primeros en sentir los dramáticos cambios por venir. Sin embargo, en estos días nuestra vanguardia consiste en geeks y capitalistas de riesgo. La clase virtual es la que define el marco de nuevos productos y servicios para el usuario. Artistas y activistas, antes marginales y radicales, son los “usuarios” actuales, los pioneros, como tú y yo.
¿Qué sucede cuando la miniaturización toma el mando y la cámara se vuelve omnipresente sin que nos demos cuenta? Jean Baudrillard, quien también fue un apasionado fotógrafo, diría: las imágenes han perdido su “escena”. Ya no hay tal cosa como el acto de “tomar una foto” (un gesto que el productor de la selfie adora y repite en público una y otra vez). Mientras que las estrategias artísticas intentan “restaurar” la artificialidad del acto fotográfico, los activistas quedan atrapados en el género de la “realidad”, sometiéndose a las reglas sociotécnicas que subyacen en miles de fotografías tomadas a diario. Es hora de actualizar los Modos de ver de John Berger. ¿Cómo representamos imágenes en la era de Tumblr, Instagram y Pinterest? Afrontémoslo: la definición de Vilém Flusser de las imágenes como “superficies significativas” ha caducado. Situado dentro de la corriente de la imagen no hay tiempo para que el significado se solidifique. Solo la próxima imagen es significativa.
El almacenamiento masivo y los análisis automatizados de imágenes digitales han tomado el control de un paradigma anterior definido por la selección. Los seres humanos ya no perciben una fotografía como un símbolo o resumen un hecho, sino que se ha convertido en parte de un proceso posindustrial impulsado por procedimientos de búsqueda e identificación. La imagen es siempre parte de un flujo. Las fotografías ya no ilustran una historia ni funcionan como decoración. Debido a la transmisión de imágenes en tiempo real y a la omnipresencia de la cámara, la imagen como evidencia ha adquirido mayor importancia. La burda calidad de la “información sobre la realidad” se ha convertido en un efecto especial y puede ser estudiada y exhibida de la misma manera que exploramos la estética glitch de las imágenes digitales.
En respuesta a estas condiciones técnicas y económicas, las estrategias artísticas y activistas han sido divergentes: mientras que los artistas se han visto obligados a “embellecer” sus imágenes para mantener su posición de por sí precaria en el mercado del arte, los activistas han sido empujados en la dirección opuesta. Toman la posición iconoclasta del maker que toma la “condición posdigital” muy literalmente, y regresan a la vida artesanal de las experiencias no mediadas mientras que el resto de la sociedad se entrega a sí misma a las pilas (stacks en inglés). Sin embargo, la mayoría de nosotros trabajamos dentro del marco de la producción contemporánea de imágenes y su lógica corporativa de vincular, dar like, recomendar, comentar, metaetiquetar, etc. Sometidos a la lógica de la cultura algorítmica, la mayoría de los activistas no estudian la economía política de las redes sociales y se topan rápidamente con las trampas de estas plataformas.
Además de las limitaciones bien conocidas de la propiedad corporativa, la realidad de la censura estatal y otras formas de filtrado más sofisticadas, la naturaleza cortoplacista de la atención en las redes sociales es un problema importante. La principal limitación de los movimientos sociales actuales reside en la forma de organización no sostenible derivada de la dependencia ubicua de las redes sociales. En todo el mundo vemos un patrón similar: los movimientos de protesta consumen su propia imaginería y desaparecen incluso antes de que “lo social” pueda surgir. Aunque el material visual juega a menudo un papel positivo en la movilización inicial, la imagen de las protestas callejeras ya no tiene un valor simbólico duradero. Las revueltas rápidamente reciben un nombre en clave (adecuado para el metaetiquetado y los hashtags de Twitter) y pueden viajar a la velocidad de la luz a través de las redes electrónicas, pero las interacciones sociales rápidas no se consolidan en una acción social duradera (como la pertenencia a una comunidad, los grupos de tareas específicos a través de listas de correo electrónico, foros o groupwares similares).
Antes de comenzar a juzgar las imágenes debemos explorar nuestro a priori colectivo, nuestro Imperio de la Imagen del que somos súbditos. Lograr entender la economía política de nuestra cultura visual es una cosa, pero antes debemos ampliar nuestros deseos. La fotografía puede funcionar como un refugio temporal. Deja de deslizar las fotos y comienza a cuestionar. ¿Cómo se relacionaría un llamado al despertar del imaginario creativo (en la tradición de Castoriadis) con la actual producción masiva de imágenes digitales? Ahí es cuando comenzamos a tratar con nuestros conocimientos desconocidos, también llamados fantasía. ¿Cómo podemos romper las complejas redes de reglas y expectativas implícitas que nos rodean? ¿Podemos reprogramar nuestro subconsciente-tecno? ¿Y cuál es el rol de la esfera de la imagen en esta posible ruta de escape?
Este ensayo forma parte del Capítulo 11 "Actualizaciones expandidas fragmentos sobre crítica de la red" de El abismo de las redes sociales, disponible para descarga aquí
Geert Lovink
Geert Lovink (Amsterdam, 1959) Es teórico de medios, crítico de internet y autor de varios libros como Uncanny Networks (2002), My First Recession (2003), Fibra Oscura (2004), Zero Comments (2007), Redes sin causa (2016) y el más reciente: Tristes por diseño recién publicado en castellano junto con nuestra edición mexicana de El abismo de las redes sociales Culturas críticas de internet y la fuerza de la negación. En el 2004, Lovink fundó el Institute of Network Cultures en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Amsterdam. Esta institución organiza conferencias, publicaciones y redes de investigación tales como Video Vortex (video en línea), Unlike Us (alternativas a las redes sociales), Critical Point of View (Wikipedia), Society of the Query (cultura de búsqueda), MoneyLab (modelos de negocio con base en Internet en el mundo del arte). Sus proyectos recientes abordan la industria editorial digital y el futuro de la crítica de arte.
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