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Editar la tecnología

Por Camilo Ayala Ochoa /

1 mar 2016

El camino editorial va de la expresión de ideas, conocimientos o sentimientos a su propuesta comunicativa, de la propuesta comunicativa a los espacios de distribución y de la distribución al lector. Un buen editor hará lucir todas las virtudes de un texto y evitará todo ruido en torno al discurso, como el mal uso de términos o las repeticiones. Velará por la claridad cualquiera que sea el mensaje que tenga. También lo deberá organizar de tal modo que sea presentable a sus posibles lectores.

Es posible editar a los medios, es decir tener una política para darle coherencia a una revista, periódico o casa editorial; sin embargo, también es necesario, para los cibereditores y profesionales del libro, editar las nuevas tecnologías, estudiarlas y transformarlas en un modelo de negocios. Autores, editores, impresores, distribuidores, libreros, bibliotecarios deben buscar nuevos usos de comunicación ante la oferta que ofrece la ciencia y la tecnología.

Editar esa tecnología es sentar una huella de identificación en su uso. El trayecto para editar la tecnología va de la innovación tecnológica a la conciencia de su aplicación, de ello a la propuesta y de la propuesta a su socialización.

El italiano Antonio Meucci inventó en 1860, en Clifton, una población cerca de la norteamericana Nueva York, un aparato para la telecomunicación que llamó teletrófono. En 1871 comunicó con ese sistema el área de trabajo de su casa con el piso donde vivía con su mujer, aquejada de reumatismo, para que ella no usara tantas escaleras.

Con justa razón, Meucci pensó en sacarle jugo a su invención. Nunca reunió dinero suficiente para obtener una patente definitiva, pero inició los trámites en 1871. Buscando inversionistas hizo una demostración a un directivo de la empresa Western Union que simplemente no le contestó. Sin embargo, en 1876 Alexander Graham Bell de la Western Union registró como suyo el telégrafo parlante. No sólo usó el modelo de Meucci sino se hizo de manera furtiva de la documentación que el italiano había entregado a la oficina de patentes.

Sin embargo, cuando Graham Bell brindó una demostración del teléfono, su suegro, el financiero Gardiner Greene Hubbard, declaró que era sólo un juguete. Su comentario puede tener una lectura irónica ya que su hija Mabel, la que estaba casada con Bell, era sorda.

Ante el supuesto invento de Bell, el presidente norteamericano Rutherford B. Hayes manifestó que era un invento asombroso pero preguntó ¿quién querría usar uno de ellos? Para el inglés William Preece, director del correo postal de Inglaterra, los norteamericanos necesitarían el teléfono pero no los británicos pues contaban con una gran cantidad de muchachos mensajeros.

Cuando el teléfono se presentó como una solución de comunicación, cuando se institucionalizaron las prácticas del mensaje telefónico, es decir cuando se editó ese medio, entonces pudo difundirse. Las compañías telefónicas ofrecen desde entonces a sus clientes características distintivas, vestiduras que las hacen diferentes. Han editado a la tecnología.

Lo mismo pasó con el papel electrónico que es la base tecnológica de los lectores electrónicos, que han posibilitado el desarrollo de los libros electrónicos tanto en la multiplicación de contenidos como en el enriquecimiento de las propuestas gráficas y las aplicaciones. Los dispositivos de lectura digital que desde hace años han circulado como Kindle, Nook, Papyre, Kobo, Onyx o Tolino, se han encargado de editar esa tecnología.

El mayor avance tecnológico de 2015, según la revista Science, fue la aparición de las tijeras moleculares CRISPR/Cas9, que alteran el ADN. CRISPR son las siglas en inglés de Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Interespaciadas. Esto se vislumbra como el camino más corto para el desarrollo de productos transgénicos, para modificar las poblaciones de insectos transmisores de plagas y más allá, para que nazcan humanos a la medida, con las características físicas que deseen sus padres o contratistas, sin minusvalías o enfermedades. Bajo esa tecnología, que se sepa, se han modificado embriones de ratas y monos. En China han alterado embriones humanos y, por supuesto, la puerta está abierta para las investigaciones clandestinas. Varios científicos han llamado a esto editar el libro de la vida.

Editar la tecnología CRISPR tiene que ver con las diferentes legislaciones sobre bioética, pero también con las vigencias morales y las prácticas sociales. ¿En este mundo transdisciplinario, no deberían los editores tradicionales y los cibereditores opinar al respecto?

Camilo Ayala Ochoa

Es licenciado en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México y maestro en doctrina social cristiana en la Universidad Pontificia de Salamanca, España. Es miembro del comité editorial de la colección Pequeños Grandes Ensayos de la UNAM y de la revista Quehacer Editorial. Es autor de los libros Hidalgo: el despertar de una libertad ausente del sello editorial San Pablo e Himno nacional mexicano publicado por Impresiones Precisas Alfer. Fundó el Banco de Información de Historia Contemporánea del Colegio de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Creó el Centro de Información Libros UNAM actualmente administrado por la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial.Es miembro del Instituto del Libro y la Lectura.