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El cuerpo digital y época de pandemias

Por Félix Farachala /

28 jul 2020

 

A partir de una lectura cruzada de diversas voces críticas y tomando la idea de Fármakon del crítico francés Bernard Stiegler este texto perfila el cuadro patológico digital en tiempos del SARS-CoV-2, en el que nuestro cuerpo humano parece ser devorado metafóricamente por el cuerpo digital que nos navega y nos desplaza a una nube de información que nos resulta confusa y saturada, que nos hace elegir acciones erráticas y autolesivas, ante este aspecto trágico nos queda la posibilidad de sanar vía el uso de software libre y el fomentar una cultura que apele por los derechos y la libertad de los usuarios.

 

A veces la voz más pequeña y suave tiene las soluciones más grandes

- Los idiotas están tomando el control. NOFX

 

El brote de un nuevo virus que ha infectado a la sociedad actual permite el desarrollo de una teoría corporal sobre los espacios digitales. A través de la propagación viral se desdobla la  corporalidad de la realidad tanto física como digital, simulando torrentes de datos falsos como corrientes sanguíneas contaminadas.

Manuel Castells, el investigador más citado en temas de Comunicación, elaboró el concepto de la “sociedad red” derivado de la tendencia histórica a la organización en redes. Estas fueron modificadas de forma sustancial en cuanto a su operación, como resultado de los procesos de producción, experiencia, poder y cultura.[1]

Desde esta sociedad red, la reproducción de la teoría del cuerpo social de Foucault, así como la presentación de Paul B. Preciado sobre ésta, permite dotar de un significante al espacio político donde las relaciones de poder en la sociedad son trasladadas a un nuevo espacio de la sociedad red, ergo, el cuerpo digital.

Lídia Pereira, escritora e investigadora del Institute of Network Cultures (INC) en Ámsterdam, describe en su ensayo escrito en 2016: “Corporate Social Networking Platforms as Cognitive Factories”, la creación de la primer red virtual fundada por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos (DARPA) como un experimento puramente militar. Simultáneamente, expone los primeros ejercicios primigenios y subversivos de redes virtuales como el proyecto “Community Memory”, el cual, a través de una terminal establecida en una tienda de discos presentaba una puerta de entrada para el intercambio de arte, literatura, educación, economía, periodismo, activismo. Otro ejemplo es BITNET (Because It’s Time Network), red de computadoras que operaba entre instituciones universitarias transfiriendo documentos de un servidor a otro.[2]

La investigadora expone que la comercialización de las redes virtuales, donde los liberales vieron la oportunidad para escaparse de la regulación del Estado y construir modelos de negocios, creó una bifurcación de los espacios digitales. Por un lado, se mantiene una cultura de Hazlo tú mismo (DIY, por sus siglas en inglés) con colaboración e ideas colectivas, mientras que por el otro se despliega una red “comercial” provista de aplicaciones centralizadoras que con diseños específicos como los botones de “Me gusta” se aprovechan de la actividad del usuario en función de una lógica mercantil.[3]

Las empresas de desarrollo tecnológico formadas en los centros universitarios de Estados Unidos y en Silicon Valley construyeron la infraestructura detrás del modelo de negocios que sustentaría las nuevas caras del capitalismo: la “plataformización”[4] y la vigilancia[5], forjando en la colectividad un inconsciente tecnopolítico[6] que mistificaría el producto que ahora conocemos como internet.

La panorámica que muestra Pereira permite entender el momento en que el “capitalismo de plataformas” o la plataformización de las redes virtuales polariza al cuerpo digital y lo desmiembra con dispositivos de explotación como la vigilancia masiva y, como veremos más adelante, la proletarización del usuario.

Silvio Lorusso, maestro de Programación Creativa en la Real Academia de Artes de la Haya (KABK, por sus siglas en holandés) y también investigador del INC examina los procesos de transformación del usuario en las redes sociales imperiales[7]  a través de una praxis política en la “red contemporánea” (contemporary web).[8]

Lorusso observa un cambio paradigmático en la operatividad de los espacios digitales a partir del advenimiento del “escroleo infinito” (“infinite scrolling”), entendido como una labor que requiere el trabajo mecánico de una “mano” para generar un movimiento que teletransporta contenido al fondo de una página web. Según Lorusso, en términos de Bernard Stiegler, lo anterior produce una “proletarización” del usuario, transformándolo en un ente que sirve a las necesidades de la página web y no al revés. El usuario, entonces, se ha transformado literalmente en una “mano” necesaria para desplazar, creada para su comportamiento, autodesintegrando su misma conciencia y propósito de la misma acción mientras éste continúa escroleando de manera infinita. [9]

Observamos entonces que el modelo de una utopía espacial, ideada por visionarios faraones en pos del bien de la humanidad, provista de nubes digitales cargadas del acervo cultural de la humanidad y ágoras virtuales para una discusión simétrica, se percibe ahora solo como un mito o más bien, como un inconsciente detrás del cuerpo digital dibujado por los dispositivos farmacológicos[10] de las redes virtuales.

De manera devastadora, en el marco de la crisis epidemiológica de COVID-19, observamos, por llamarlo de alguna manera, un “cuadro patológico digital”, formado por tres dispositivos farmacológicos relacionados entre sí que han ejercido una acción de poder en el cuerpo social:

En primer lugar, se reconoce una descontrolada transmisión de información, también conocida como infodemia[11]. En el torrente intensivo de los flujos de información del cuerpo digital nos hemos dado en la frente con un muro datificado, poroso y transparente, que sin ser sólido ha impedido que las personas expuestas a él consigan entender qué es lo que está pasando a su alrededor. Byung Chul-Han desarrolló el concepto de la transparencia para describir esta coacción sistémica como un infierno de lo igual (la uniformidad). Podemos trasladar este dispositivo a la transformación de los usuarios en seres expuestos a la disciplina del Imperio digital y decir que antes navegábamos en la red, ahora el cuerpo digital nos navega a nosotros.

En segundo lugar, la hiper-estimulación del cuerpo digital y el sobrecalentamiento de los flujos de información desarrolla un estado de shock, el cual, en términos de Stiegler, estupidiza a los seres expuestos a él[12]. Si tomamos el ejemplo de la contingencia actual, el torrente de información sobre la pandemia es abismalmente obtuso en todo el mundo: la Organización Mundial de la Salud, brazo encargado de la salud de los países pertenecientes a las Naciones Unidas, se contradice contra Estados Unidos; Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, niega la enfermedad mientras se ve enfermo tosiendo en las calles; un presentador de noticias en México convoca a no hacerle caso a las autoridades, entre otros ejemplos de película. Es tal la profusión de la información que no se entiende en dónde nos encontramos como sociedad en el embate del virus.

Como tercer y último síntoma, se ha descrito como polarización política al efecto de cámaras de eco que tienen las redes imperiales. Estas han sido estudiadas para determinar sus efectos psicológicos, y algunos analistas de datos se han encargado de experimentar con los usuarios al estilo de ratas de laboratorio. Los casos de estudio sobre el “filtro de burbuja”, disociación cognitiva, “auto-censura”, o las implicaciones de los algoritmos en las interacciones con las redes plantean diferentes tesis sobre cómo priorizamos la información y su repercusión en las visiones políticas.

 

Dentro del contexto de SARS-CoV-2 las consecuencias políticas del cuadro patológico digital descrito afloran en el cuerpo social. Uno de los actos más polémicos es el ataque hacia los trabajadores de la Salud de todo el mundo. Es interesante ver cómo la teoría del cuerpo nos permite entender este desastroso ejemplo como si nuestro propio cuerpo (social) buscara suicidarse destruyendo su sistema auto inmunodeficiente (los trabajadores de salud) ante el estado de estupidización actual. La pregunta es, en ese caso, ¿por qué buscamos autodestruirnos? ¿Quién está muriendo y por qué? ¿Quién decide quién muere y quién vive en esta pandemia? Son preguntas para la discusión.

Otro ejemplo es la desaparición de la privacidad, sobre todo en sociedades que antes habían logrado escapar a dicha amenaza. Las libertades se han vuelto frágiles como cristales y ante la incapacidad de las autoridades de mantener el monopolio de la violencia, como lo dijo el filósofo camerunés Achille Mbembé, la pandemia democratiza el poder de matar y esto ha logrado que los modelos de control estén mutando.

Cerramos así el círculo de una fotografía que dibuja los sutiles contornos del cuerpo digital.

Para concluir, es importante mencionar que la resistencia ha propuesto redes sociales federativas como modelo descentralizador de la comunicación; la diseminación del software libre como herramienta de construcción identitaria, los medios libres autónomos, la descolonización de narrativas hegemónicas desde la periferia, o la organización privada encriptada. Es posible imaginar otra interacción con las redes.

A partir de estas inoculaciones al cuerpo digital todavía podemos edificar las posibilidades de navegarnos en una nueva realidad física / digital de manera segura. Mientras esto no suceda, de manera similar a Preciado, veremos una ecuación hipotética donde nuestras nuevas epidemias digitales tomarán forma a partir de la soberanía imperial del  cuerpo digital.

 

 

Bibliografía


Achille Mbembe. La pandemia democratiza el poder de matar:

Business Insider. Trump orders US to stop funding WHO as it reviews the agency's role in what he calls 'covering up the spread of the coronavirus':

Byung Chul-Han. La Sociedad de la Transparencia. Ed. Herder. 2013.

El País. Bolsonaro da alas al golpismo en un acto contra la cuarentena

Geert Lovink, El abismo de las redes sociales. Ed. Remediables. 2019.

Lídia Pereira. Corporate Social Networking Platforms as Cognitive Factories

Manuel Castells. La era de la información: economía, sociedad y cultura. Segunda., s. f.

Eli Pariser, Did Facebook’s Big New Study Kill My Filter Bubble Thesis?Medium.

Organización Mundial de la Salud. Conferencia de seguridad en Munich

Paul B. Preciado. Aprendiendo del virus

Shoshana Zuboff. High tech is watching you

Silvio Lorusso. The Entreprecariat, blog del INC.

Silvio Lorusso. The User Condition 01: Infinite Scroll and the Proletarization of Interactionblog del INC.

YouTube. Javier Alatorre ataca a Hugo López-Gatell:

 

 

[1]   Manuel Castells, La era de la información: economía, sociedad y cultura. Ed. cast.: Alianza Editorial. Versión castellana de Carmen Martínez Gimeno y Jesús Alborés. Segunda Edición. Digitalizado. Página 548.

[2]  Ibid.

[3]   Ibid.

           [4]     Geert Lovink, en El abismo de las redes sociales define al capitalismo de plataforma como un primer esfuerzo de describir la centralización, integración de la información del internet a partir de intermediarios como Amazon, Facebook, Google, Twitter, Instagram, etc.

          [5]    Shoshana Zuboff define el capitalismo de vigilancia como la explotación de la experiencia privada de las personas como materia prima donde se procesa como datos de comportamiento y se vende como modelo de negocios. Traducción de mi autoría. Ver: https://news.harvard.edu/gazette/story/2019/03/harvard-professor-says-surveillance-capitalism-is-undermining-democracy/

         [6]   https://networkcultures.org/blog/publication/el-abismo-de-las-redes-sociales-culturas-criticas-de-internet-y-la-fuerza-de-la-negacion/. Aquí uso el inconsciente tecnopolítico en los mismos términos que Geert Lovink para describir el proceso invisibilizador del internet derivado del capitalismo de plataforma de Lovink.

         [7]    Redes sociales imperiales es una relación con el concepto de “Imperialismo digital” que aún continúa en desarrollo y que aunque no es lo mismo, está relacionado con el Colonialismo electrónico de Tom McPhail.

       [8]    https://networkcultures.org/entreprecariat/infinite-scroll-proletarisation/#more-1104

       [9]    Ibid.

       [10]   El concepto de “dispositivo” hace referencia a las cuatro características esenciales de Foucault para mencionar los controles médicos en el ámbito digital. (Ver: https://hum.unne.edu.ar/revistas/itinerario/revista12/articulo08.pdf Página 3)

      [11]   La OMS mencionó que a la par de la COVID-19 se lucha con otra enfermedad llamada infodemia. Ver https://www.who.int/dg/speeches/detail/munich-security-conference

    [12]   No es polémico ni novedoso abrir el espacio de discusión sobre si a través del tiempo nos hemos vuelto más estúpidos, Hegel, el mismo Marx, la escuela de Frankfurt con Adorno y Horkheimerk entre otros ya han dilucidado sobre las razones de la estupidización de la humanidad.

Félix Farachala

Politólogo que examina los dispositivos digitales en la sociedad actual. Colabora en el periódico digital Pie de Página. Trabajó como investigador en la organización PODER acompañando campañas de organización comunitarias.