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De la opresión -como de la peste y del hambre- líbranos

Una reseña sobre "Abrir monte" de María Rojas Arias

Por Ana Fernández-Cervera /

6 oct 2022

El ciclo de cine colombiano: La censura de la realidad / Foco a la Vulcanizadora, inaugura con la proyección de "Abrir monte", de María Rojas Arias, una cinta que se centra en la efímera existencia de un grupo guerrillero fundado en los años 20, llamado Los Bolcheviques del Líbano, cuya revolución duró sólo un día. En esta reseña, Ana Fernández-Cervera se sitúa en el ambiente de la película y describe su transcurrir, acentuando los elementos visuales y estéticos de su realización.

Llego a la plaza pública de un pueblo colombiano guiada por los latidos del corazón, la pulsión de la sangre y unas imágenes teñidas de rojo. La precisión geográfica no importa porque los ecos de la explotación y la muerte resuenan en muchas partes. En las calles, me cruzo con los fantasmas de sus habitantes para recorrer el pasado y el presente, borrosos e inestables.

Dice Paul Ricoeur1 que la memoria oficial niega radicalmente a eso otro que está callado en ella. El aparato estatal define cuáles son los recuerdos compartidos y, en ese mismo acto, relega al olvido institucional al resto. Se trata de una “memoria impuesta”, “equipada por una historia autorizada, la historia oficial, la historia aprendida y celebrada públicamente”.

¿Cómo recuperar, entonces, la memoria de una historia oculta, desconocida? ¿Cómo narrar otros acontecimientos, aquellos que quedan fuera de los repetitivos discursos oficiales? Desde el archivo afectivo y personal de su familia, María Rojas Arias rastrea las huellas de la primera guerrilla comunista de América Latina, la cual duró apenas un día de 1929 y estuvo encabezada por un pequeño grupo de cafeteros, artesanos y zapateros, autodenominados los Bolcheviques del Líbano Tolima.

En palabras de Saporosi2, el archivo afectivo en el cine “admite una variedad de documentos y de objetos que trascienden la mera capacidad de repositorio o registro, asumiendo la posibilidad de que experiencias e intervenciones de distinto orden pueden ser parte de esta modalidad. El modo en que éstas ingresan al registro puede pensarse a través de la idea de territorio de memoria que permite desdibujar los límites de ese archivo”.

En la estela de estas ideas, me interesa la forma en que María trabaja escenas del día a día en blanco y negro, en negativo, manchadas, rayadas, perforadas. Mi mirada se detiene en un cuerpo tendido sobre el pasto. En unas cumbres negras que se recortan sobre un pálido horizonte. Repaso algunas de las pocas fotografías que quedan de los insurgentes. Observo las gallinas, los caballos, el café y la pólvora.

En Abrir monte, el paisaje también se convierte en testimonio, memoria y archivo de los lugares. Recorro los caminos, cruzo los ríos, entro a las casas, atravieso las plantaciones y escucho los sonidos de pájaros dentro de un universo difuso y fragmentado. Desde la sutileza de lo cotidiano, me aproximo a los relatos de sus antepasados y me pregunto qué significaría organizar una revolución hoy. 

Entre las distintas capas de historias enterradas, las de las mujeres suelen encontrarse casi siempre en lo más profundo. María me cuenta que en las actas y agendas de los  Bolcheviques que pudo consultar para realizar la película, las mujeres casi no son mencionadas o se nombran de manera muy residual.

Por medio de la oralidad, los recuerdos, las anécdotas y las fábulas, la realizadora reinterpreta su memoria a través del personaje de su abuela materna, Aura, originaria de esta vereda. Mientras escucho la voz en off, pienso en Aura como todas las mujeres que se armaron en lucha, que cocinaron, criaron, cultivaron, sanaron heridos y mantuvieron económicamente a sus familias. Un solo nombre para todas las guerrilleras y revolucionarias que sostienen la vida digna, que defienden el territorio. Abrir monte es entonces un juego polifónico de reactivación de sus voces, una forma de construir la narración a través del relato de esas abuelas anarquistas.

Hacia el final del filme, escucho una oración que no se dirige a ningún Dios: “caminarás por la senda del ideal de justicia y esquivarás las filas de los que se pliegan a la fatalidad de la servidumbre con el pensamiento cobarde de que este mundo así lo hemos encontrado y así lo dejaremos. Antes que ser esclava que se alumbre con tu cuerpo encendido el festín de la tiranía. Oye la plegaria del moderno obrero: de la opresión, como de la peste y del hambre, líbranos”. 

Este rezo libertario resuena con fuerza para materializar cómo las luchas políticas y sociales continúan siendo las mismas que hace casi cien años, en aquel año 1929 cuando los Bolcheviques del Líbano Tolima se levantaron. En mi conversación con la cineasta, surge constantemente esta metáfora del loop, de la repetición: no es casual que decidiese trabajar con película de 16mm, que también se corta y se proyecta en loops. Una técnica que ya utilizó para un proyecto anterior y vinculado a la película, la exposición Una revolución que aún no ha sido en la Casa Museo de Jorge Eliécer Gaitán.

Traer al presente ésta y otras sublevaciones latinoamericanas recientes cobra sentido para una generación que se asoma al inicio del proceso de paz en Colombia y al fin de uno de los conflictos más largos del mundo. Una suerte de respuesta a la propaganda de los últimos gobiernos, que negaron la existencia de un conflicto armado en el país y eliminaron las políticas de paz. Un ejercicio de reconocerse desde otros lugares, de recuperar aquellas historias invisibilizadas por el Estado y de romper con ese pacto de silencio, desde la trinchera del cine experimental. 

La película se estrena el día miércoles 12 de octubre a las 19:00 hrs, en Cine más allá del Centro de Cultura digital. Entrada libre.

 

Referencias:

1Ricoeur, P. (2000). La memoria, la historia, el olvido

2Saporosi, L.G. (2020). Los (des)bordes del archivo. Afectos, ética y representación histórica en las poéticas testimoniales de Albertina Carri.

 

Ana Fernández-Cervera

Licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad del País Vasco. Máster en Gestión cultural por la Universidad Carlos III de Madrid.

Se dedica a la gestión, programación y difusión de proyectos de cine y arte contemporáneo. Actualmente es responsable de Vinculación y planeación en el Festival Internacional de Cine UNAM (FICUNAM) en Ciudad de México. Sus textos de ensayo y crítica de cine han sido publicados en Correspondencias: cine y pensamiento y La Rabia. Ha formado parte de los equipos del Centro Cultural de España en México, IN-SONORA, FILMADRID, La Casa Encendida o Márgenes.