Cuando me enteré que existía una Organización de Literatura Electrónica (ELO por sus siglas en inglés) me sentí como mujer de las cavernas, desconectada de mi actualidad (el horror). Pero una vez insertada la astilla de la curiosidad me metí a su página, que de entrada parece una página sencilla y rudimentaria de 1997, pero ahí están los links a sus dos colecciones de obras de literatura digital. Hay de todo, ELO ha estado compilando obras desde 1997, año en que se funda, y se puede decir que es una buena representación de los mejores y los peores aspectos de la literatura electrónica.
Lo más interesante de ELO es que ha venido catalogando lo que podríamos llamar “Literatura nacida para hacerse digitalmente”, véase Anipoemas de Ana María Uribe, un conjunto de gifs animados en blanco y negro llamados, a la ligera, “poemas”. De no ser por esta labor persistente de búsqueda, rescate y almacenamiento, ese material ya estaría completamente perdido. El sitio no es necesariamente el más entretenido, ya que es poco atractivo y no presenta una introducción o imágenes que sugieran ahondar más en la visita; sólo son dos links para entrar a las colecciones y éstas se presentan en un mosaico en una pantalla fija; cuando eliges una pieza encuentras una ficha informativa de la misma explicando el concepto, dando datos del autor, y lo más importante: los programas, plugins, SO, o ambientes que se necesitan para correrlas. Sí, la facilidad con que se puedan abrir las piezas dependerá de la tecnología y actualizaciones de programas y aplicaciones de tu computadora.
Ahora, desde el punto de vista histórico puede ser un gran acervo; ELO ha creado una lista de “diferentes” proyectos literarios y sus visitantes fácilmente pueden encontrarlos en la red. La búsqueda que propone ELO no es efímera o pasajera, exige que el navegante se detenga a leer y a esculcar, por decirlo así, el vasto contenido de sus colecciones, descubrir autores y artistas que quizás no conocías, y por supuesto, ir actualizando tu máquina o quedarte con las ganas de ver algunas piezas dada la obsolescencia de sus configuraciones. Para algunos clavados como nosotros, ELO puede ser una mina de oro.
A la fecha, ELO ha compilado dos colecciones de lo que podría considerarse “las mejores obras digitales” y a su vez alberga estas colecciones en sus servidores. También han producido CD-ROMs de dichas colecciones para usarse offline. Celebran grandes conferencias para promover el conocimiento académico y la recepción de obras de origen digital. Esta producción tiene un costo, por eso ELO no sólo requiere el pago de una membresía como contribución al directorio, sino también para asistir a sus conferencias, que es de $ 150USD (o $ 100USD para estudiantes de posgrado). Reconozco la necesidad logística de los costos, pero me pregunto cómo eso afecta el ambiente de código abierto de los humanistas digitales en general.
ELO se inició en 1999 como una organización sin fines de lucro, y encontró su primer hogar en la UCLA en 2001 siendo una colaboración interdepartamental entre profesores y estudiantes. En 2006 el proyecto se trasladó al Instituto de Tecnología en las Humanidades de Maryland, antes de trasladarse al campus principal del MIT en 2011. Esto es interesante por dos razones al menos. Primero, muestra la afiliación e interés de universidades e instituciones en proyectos de humanidades digitales. En segundo lugar, demuestra el carácter necesariamente transitorio de este tipo de proyectos. ¿Deben los proyectos de Humanidades Digitales esperar o pedir becas y financiamiento? Si no, ¿qué tanto dependen estos proyectos de las escuelas de alto prestigio que pueden darse el lujo de financiarlo? Me gustaría conocer las premisas exactas por las cuales instituciones como el MIT decidió apostar por este tipo de proyectos, pues me lleva a pensar que sí estamos frente a un cambio de paradigma frente a una forma de literatura que demanda del lector algo más que ojos, que requiere de una revolución tecnológica para la cual nos están preparando. Por otro lado, si no es por el apoyo de estas instituciones y programas de investigación ¿de qué otra forma podrían sostenerse proyectos de compilación de artes y humanidades digitales como ELO?
Ximena Atristain
Editora y traductora.
Fundó y dirigió la revista Lenguaraz, literatura para no leer. Estudió Letras Inglesas en la UNAM e Ingeniería Biomédica en el IPN.