El término wearable es una palabra inglesa que se traduce al español como “vestible” o “usable”, literalmente significa ”que se puede vestir”, por lo que puede referir a cualquier objeto que pueda llevarse sobre el cuerpo. Desde hace unos años, este término se utiliza para referir a accesorios o dispositivos electrónicos inteligentes incorporados en la vestimenta. En español, a los wearables también se les conoce como tecnología vestible, ropa tecnológica, ropa inteligente o electrónica textil.
El rasgo que define a los wearables como los entendemos hoy frente a cualquier otra prenda o accesorio es la conectividad, su capacidad de intercambiar información con otros dispositivos a través de internet. Esta característica los hace parte del internet de las cosas, se trata de objetos que son en sí mismos computadoras lo suficientemente pequeñas y ligeras para vestirse o llevarse sobre el cuerpo. Otras aplicaciones de la tecnología vestible incluyen circuitos integrados en las prendas que les permiten emitir luz, también incluir sensores de luz o proximidad. En el ámbito médico existen desarrollos como apósitos inteligentes que monitorean el estado de las heridas y que cambian de color en presencia de alguna infección.
Si lo pensamos, la tecnología diseñada para llevarse sobre el cuerpo no es realmente novedosa, cada prenda y accesorio que usamos lleva detrás procesos tecnológicos en su diseño, producción y comercialización. A lo largo de la historia los humanos hemos diseñado herramientas portátiles que facilitan ciertas tareas, incluso hemos llegado a integrar varias funciones en un único dispositivo. Pensemos en el anillo ábaco, creado en China en el siglo XVII y considerado como el wearable más antiguo. Si bien este accesorio no cuenta con circuitos electrónicos que posibiliten la conexión a internet, sí cumple la función primaria de las computadoras: hacer cálculos.
Dicha función recuerda otro de los predecesores de los wearables que conocemos hoy: los relojes agenda-calculadora que salieron al mercado en la década de 1980. El primer reloj de pulsera digital nació en 1968 cuando la compañía estadounidense Hamilton Watch Company diseñó un dispositivo similar para la película “2001: Odisea en el Espacio” de Stanley Kubrick. Este accesorio ofrece una pista de la rápida e incesante evolución de los gadgets que no han dejado de transformarse hasta llegar al smartwatch, uno de los wearables más populares a nivel comercial.
Además de marcar la hora, estas mini computadoras en forma de pulsera se usan como monitores de la actividad física en ámbitos de la salud, el bienestar y el deporte. Los relojes inteligentes tienen la capacidad de medir el ritmo cardiaco, el consumo de calorías, los pasos, las distancias recorridas al caminar o correr y la duración del sueño. Al estar basados en la lógica de la acumulación, el rendimiento y la productividad, un riesgo asociado al uso de estos dispositivos es que el monitoreo constante del cuerpo puede provocar estrés y ansiedad.
Inspirados en los relojes inteligentes, los anillos inteligentes comparten las mismas capacidades. Sin embargo, no gozan de la misma popularidad y sus lanzamientos al mercado han resultado en fracasos comerciales. Un caso similar es del Google Glass, las gafas de realidad aumentada que muestran información frente a los ojos de los usuarios a través de comandos de voz, sin tener que usar las manos. A pesar de haber recibido una fuerte inversión, este dispositivo no cuenta con muchas aplicaciones actuales. Resurgió con el Google Glass Enterprise Edition, una versión con la que buscarán desarrollar aplicaciones de realidad aumentada en sectores industriales, educativos y médicos.
De algún modo, el desarrollo y el futuro de los wearables depende de la usabilidad, en la historia de la tecnología vemos cómo se articula la transformación de sus usos. Al trazar dichas transformaciones es posible identificar tanto prácticas sociales como algunos conflictos dentro de sus contextos, como el sesgo de género en las compañías de tecnología.
Los dispositivos de monitoreo corporal suelen tener un diseño unisex, también existen algunos ejemplos pensados para las mujeres como el prototipo de brassiere inteligente de Microsoft, cuyo objetivo es medir el ritmo cardiaco y enviar alertas al celular cuando se detecte que la portadora está comiendo demasiado como respuesta al estrés. Cabría preguntarse de dónde viene la idea de que una prenda inteligente dirigida a las mujeres debe ayudarla a monitorear su peso en lugar de, por ejemplo, detectar cambios en los senos que indiquen el riesgo de alguna enfermedad.
Otro de los problemas actuales de los wearables es la gran cantidad de datos que se generan y en manos de quién van a parar, una situación que atraviesa desde los dispositivos de monitoreo de actividad física hasta las apps de calendarios menstruales. La información que los dispositivos recopilan de forma masiva contribuyen a la consolidación de una sociedad de control en la que cada aspecto de la vida es medible y cuantificable, incluidos el rendimiento físico y la fertilidad.
Como parte de su investigación doctoral y su práctica como diseñadora de interacción, Marie Louise Juul Søndergaard combina la teoría del diseño, teoría crítica, estudios de software y tecnociencia feminista para diseñar tecnologías íntimas. Sus diseños buscan entender y cuestionar cómo la tecnología impacta directamente en nuestra vida cotidiana a través de temas relacionados con el género y la sexualidad. Con PeriodShare, un proyecto de diseño especulativo, busca impulsar la reflexión en torno a las dinámicas sociales presentes en la cultura del auto-monitoreo y los efectos que tiene compartir información íntima en las redes sociales.
PeriodShare consiste en un prototipo de copa menstrual que cuantifica el flujo menstrual para su monitoreo y ofrece la opción de compartirlo en redes sociales. Se complementa con una campaña de Kickstarter y una intervención performática en una feria de tecnología en la que Marie Louise interpretó el papel de una start-up en busca de financiamiento. Por un lado, es una respuesta al sesgo de género presente en la mayoría de las compañías tecnológicas, un aspecto sobre el que cabe preguntarse quién diseña los dispositivos que usamos y con qué fines.
En este proyecto, la tecnología se usa como una herramienta feminista que nos lleva a reflexionar sobre el cuerpo y las narrativas que las redes sociales nos permiten articular a partir de nuestras experiencias corporales. Esta copa menstrual inteligente también busca romper el tabú de la menstruación al compartir información sobre su impacto en la vida de las mujeres y aboga porque los datos privados permanezcan en manos de quienes los generan.
Reflexionar sobre el uso de wearables y trazar su genealogía nos pemite articular una compleja mirada crítica que apunta a los distintos paradigmas presentes en la tecnología actual, abarcando desde las dinámicas entre usuarios hasta los modelos de negocio imperantes. El desarrollo de wearables deja ver cómo las prácticas científicas se combinan con el diseño tecnológico y se orientan a la transformación de experiencias corporales con impacto en el ámbito sensorial y psicológico.
acm