Hashtag


Un hashtag es una secuencia de caracteres que se usa en las redes sociales para agrupar contenido relacionado con un mismo tema. Los hashtags se componen de dos partes: el signo # llamado numeral o almohadilla (hash en inglés) y una etiqueta (tag en inglés) que puede ser una palabra, una frase o una combinación de letras y números sin espacios.

 

Signo numeral o almohadilla

 

El numeral o almohadilla es un signo tipográfico que vemos en el día a día en los teclados telefónicos y en las plataformas de redes sociales acompañado de distintos mensajes. Sin embargo, no siempre ha sido así. Además, este signo se emplea de muchas maneras en distintos contextos. Cabe mencionar que los nombres que recibe están relacionados con los distintos usos que se le dan. Por ejemplo, sirve para indicar cifras o números (de ahí la designación “numeral”). En contextos computacionales se usa para incluir comentarios en algunos lenguajes de programación, es decir introducir texto que no será interpretado como código, sino como anotaciones o bien, para preceder códigos de colores en formato hexadecimal. En los teléfonos está presente en una tecla que activa ciertas funciones o menús telefónicos. En el universo del periodismo se usa para indicar el fin de una transcripción; los lingüistas lo usan para marcar grupos fonológicos y en el ajedrez puede indicar mate.

En su libro Shady Characters: The Secret Life of Punctuation, Symbols and Other Typographical Marks, Keith Houston recopiló con detalle las distintas explicaciones detrás de los múltiples nombres que este caracter recibe en inglés, así como su evolución tipográfica. La historia del también llamado “signo de gato” (por el “juego del gato” o “tres en línea”) está llena de cabos sueltos; además, las explicaciones de su etimología son tan diversas como los usos y nombres que recibe. En español, otros de sus nombres conocidos son: tatetí, cuadradillo, numeral o signo de número. En inglés estadounidense tiene dos nombres populares: number sign (signo de número) y pound sign (literalmente signo de libra, que se suele traducir como almohadilla), en inglés británico se le conoce como hash sign. El menos conocido de sus nombres en lengua inglesa es octothorpe, una palabra vinculada con el momento en el que este signo tipográfico ocupó su lugar en los teclados telefónicos de Bell Laboratories, por allá de 1960.

 

Un signo simple pero con mucho peso

 

En la antigua Roma, el término libra pondo designaba la unidad de medida de peso libra. Libra significa “escala” o “balanza” y pondo corresponde al verbo “pesar”, libra pondo quería decir entonces una libra en peso. En el siglo XIV, la abreviatura “lb” para libra se incorporó al inglés, los escribas le añadieron una tilde sobre las letras para indicar que se trataba de una contracción, resultando en el signo ℔. En la práctica, el trazo a mano de ℔ se fue transformando hasta llegar a su configuración actual, compuesto de dos líneas verticales y otras dos horizontales transversales #.

Signo ℔ trazado a mano e impreso.

La mayoría de las versiones entorno al origen de la palabra octothorpe coinciden en que octo- refiere a los ocho extremos del signo, mientras que thorpe podría referir a “aldea” o “campo” como una evocación del trazado de las calles o los sembradíos; o bien, ser una alusión al atleta Jim Thorpe. Lo cierto es que no se conoce ningún registro de la palabra antes de que la compañía Bell Labs la adoptara. Este episodio de la historia del signo de gato está lleno de anécdotas, entre las que se cuenta que la palabra octothorpe surgió cuando se realizaron los diseños y prototipos para sustituir los discos rotatorios de marcado por teclados alfanuméricos. El nuevo uso de este viejo signo implicaba la invención de una nueva palabra. Existe la teoría de que un fanático de Jim Thorpe propuso este nombre como un acto de apoyo al atleta, quien por el momento atravesaba una serie de acusaciones que concluyeron con el retiro de sus títulos olímpicos. El ingeniero Doug Kerr tenía la tarea de seleccionar los dos caracteres que serían incluidos en dos nuevas teclas. En un principio se propuso usar un diamante y una estrella de cinco picos, finalmente se optó por el asterisco y el numeral debido a que eran dos caracteres ya conocidos en los teclados de las máquinas de escribir.

 

Teléfono de la década de 1970.

 

Una vez que los teclados alfanuméricos se extendieron, las funciones de la tecla de gato se estandarizaron, por ejemplo para confirmar datos, activar la llamada en espera y navegar en los menús de opciones de servicios de atención telefónica. Entre las décadas de 1960 y 1970 también se utilizó para indicar que la llamada saliente debía ser transmitida como videollamada, un servicio que ofreció Bell en Chicago y Nueva York a través de un dispositivo llamado Picturephone, un fracaso tecnológico que desapareció en 1973 no sin antes dejar una pérdida millonaria para una de las empresas de telecomunicaciones más importantes en la historia. Este servicio de telecomunicación volvería más tarde en forma de apps y software de videollamadas a través de internet.

PicturePhone

 

En 2010 la revista GQ declaró a la almohadilla como el signo del año, debido a su creciente uso en las redes sociales. Al indagar en la historia de la evolución y las explicaciones detrás de los distintos nombres de este signo en apariencia simple emergen momentos interrelacionados que parecieran distantes entre sí; prestar atención a esta clase de detalles nos ofrece un entendimiento más profundo de las prácticas de escritura y lectura que nos rigen en la actualidad.

 

Del teclado al etiquetado

 

Con una historia llena de enredos, este signo saltó de los teclados telefónicos a las interfaces de redes sociales en 2007. En dichos espacios virtuales, lo usamos como prefijo en cadenas de caracteres que pueden referir a una infinidad de temas. La relación del signo de número con los hashtags ha llegado al punto de parecer inseparable; debido a su uso extendido al numeral se le suele denominar erróneamente como hashtag, pero en realidad el hashtag es una etiqueta dentro de un sistema que permite interrelacionar publicaciones que comparten un tema común.

"No soy un hashtag, soy un maldito octothorpe".

 

Chris Messina (no confundir con el actor), un diseñador de productos, plataformas y desarrollo de experiencias de usuario que ha trabajado para empresas como Google y Uber es considerado el responsable de haber inventado el sistema de etiquetado mediante hashtags (etiquetas). Messina formaba parte de un grupo de personas que debía diseñar una experiencia de interacción grupal para la plataforma de microblogging Twitter. Entre sus referencias de interacción estaban los grupos de intereses compartidos en Flickr, los grupos de Facebook o los grupos generados a través de grupos de contactos en los servicios de mensajería1. A Messina simplemente le interesaba ofrecer una mejor experiencia de fisgoneo (eavesdropping) en Twitter, para ello se concentró en conceptos como la contextualización, el filtrado de contenido y la serendipia exploratoria. La clave la hallaron en los canales de Jaiku, una red social desaparecida en 2012. La estructura de dichos canales resultó ideal debido a que se podía adaptar fácilmente a la sintaxis y convenciones de Twitter, al sólo integrar una línea de comando adicional amigable y sin pasar por una interfaz o ventana adicional.

Mediante este sistema de etiquetado, los usuarios podemos buscar una etiqueta determinada para encontrar contenidos (tanto textovisuales como audiovisuales) relacionados y mantenernos al tanto de opiniones y comentarios entorno a un tema o tendencia específico. Cualquier usuario puede compartir contenido sobre un tema (no necesariamente) relevante y participar en una conversación simplemente añadiendo la etiqueta deseada en una publicación, unirse a las opiniones en tiempo real de debates políticos o protestas, seguir minuto a minuto acontecimientos como eventos deportivos, actividades culturales, encuentros académicos e incluso compartir información vital durante atentados o desastres naturales. Los hashtags nos ayudan a interactuar y generar conversaciones con otros usuarios que comparten nuestros intereses, este rasgo ha resaltado el aspecto democrático de esta práctica e incluso ha llevado a la existencia del “activismo hashtag”, un término acuñado en los medios de comunicación para referir al ciberactivismo mediante el uso de hashtags. El otro lado de la moneda es el uso de hashtags en campañas publicitarias y políticas, casos en los que se busca imponer un producto o postura ideológica por encima de otro tipo de contenidos para “marcar” tendencias.

En 2012, la Sociedad del Dialecto Americano eligió la palabra “hashtag” como la palabra más popular del año en Estados Unidos, un hecho que muestra la relevancia que han adquirido las prácticas de etiquetado en la era digital. A su vez, cada año se recopilan decenas de listas con cientos de hashtags ordenados por la cantidad de publicaciones etiquetadas. La consulta de estas listas persigue que los usuarios que las incluyan en sus publicaciones obtengan más vistas, pero también permite echar un vistazo en las tendencias de internet. Hoy en día, incluso se han redactado manuales de buenas prácticas en el uso de hashtags, en donde se recomienda, por ejemplo, no contaminar los mensajes con demasiados de estos, así como no usar hashtags demasiado largos. El concepto mismo de contaminar nos habla de un contexto de comunicación en el que se busca la claridad a través de la economía del lenguaje.

Otra nueva práctica derivada de la existencia del etiquetado de contenido en línea son los hashtag trackers, aplicaciones web que ofrecen el servicio de monitoreo de hashtags. Por medio de estas aplicaciones es posible analizar el comportamiento de un hashtag o grupo de ellos, el número de menciones, las edades de los usuarios que los usan, cuántas de las publicaciones incluyen imágenes y hacer búsquedas con periodos determinados de tiempo y otras variables que devuelven estadísticas.

Al leer e interactuar a través de hashtags, pocas veces nos detenemos a pensar en su origen o el de sus componentes, solemos pensar que la existencia de nuevas tecnologías implica la muerte de las anteriores. Sin embargo, con este ejemplo de algo que ahora resulta tan cotidiano podemos redescubrir una parte de los dispositivos que llevamos en el bolsillo, hacernos preguntas sobre su diseño y las configuraciones del lenguaje que utilizamos, entender y cuestionar nuestros códigos, establecer en el presente relaciones entre el pasado y el futuro, comprender, finalmente, que las formas de relacionarnos no están dadas, sino que se construyen.

 

1 https://factoryjoe.com/2007/08/25/groups-for-twitter-or-a-proposal-for-twitter-tag-channels/


acm

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