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La voz resonante

Por Jorge Solís Arenazas /

26 nov 2018

 

Este es un fragmento del ensayo El cuerpo resonante de Jorge Solís Arenazas, aquí indaga en la fuerza de la voz en contraposición a la proliferación de lo visual que impera en nuestra cultura, sin embargo la potencia de la resonancia despliega otras posibilidades perceptivas. El texto completo forma parte de nuestro catálogo de Descargables

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Frente al cuerpo resonante, las cartografías visuales con las que solemos orientarnos se revelan limitadas. Si la mirada se inclina frente al terreno de lo estable y certero, el cuerpo resonante se mueve en el espacio de lo ambiguo y lo mutable. De ahí que, al momento de franquear esta dimensión, el sonido revele un alcance cognitivo considerable. Mientras que el ojo requiere de distancia, el oído clama por participación y proximidad; mientras que el ojo se mueve en una perspectiva vertical, el oído avanza horizontalmente; mientras el ojo se concentra en un punto específico, el oído se despliega en círculos concéntricos; mientras que el ojo describe rutas lineales, el oído se hunde en lo simultáneo. Lo anterior no sólo quiere decir que el sonido permite comprender mejor el cuerpo resonante, sino que lo hace posible. A la vez, le brinda una coraza, pequeña mas no insignificante, para que éste no vuelva a quedar atrapado en los lindes de la imagen y sus dinámicas, las cuales son un correlato imprescindible de las prácticas de dominio. Después de todo, lo que está al alcance de nuestra mirada no es un teatro poblado por seres y objetos que tengan el derecho de sumergirse en su secreto, deslizarse fuera del campo de la visión y permanecer en su opacidad.

En un sentido antagónico, la mirada es un despliegue de fuerza. Invade y desnuda. Diluye aquello que tiene frente a sí dentro de la esfera visual. Adopta la forma de una posesión. En cambio, la esfera sonora abre grietas. Construye un sitio refractario ante estas dinámicas, a las que no deja de interrogar. Y por tal razón se convierte en una vía para relacionarse de otro modo con la realidad que, a decir de Pascal Bonitzer, «no está hecha principalmente para ser vista». Acaso este tipo de resistencia pueda entenderse mejor si recordamos una secuencia de Una mujer casada, de Jean-Luc Godard. En cierto momento, un hombre pide a su esposa que se desnude. Ella se muestra reticente, así que él insiste y la presiona; le cuestiona si ya no le gusta ser mirada. «¿Qué significa mirar?» es la réplica de la mujer. Al esgrimir la pregunta, ella abre una distancia, recupera un espacio, levanta un dique para no ser atropellada por el deseo ajeno. Interrogar a la mirada no es una tentativa para clausurarla, sino una vía para desarticular sus alcances ahí donde resultan avasallantes.

Una réplica de este tipo se torna urgente en contextos como el nuestro, en el que las imágenes alcanzan un punto asfixiante. Al tiempo que todo parece disponible para nuestra mirada, la preeminencia de lo visual se ha convertido en una tara inexpugnable que nos impide explorar otros cuerpos —y otras corporalidades— posibles. Estos cuerpos no podrán ser ni siquiera una hipótesis vaga mientras no se tomen en cuenta los alcances transformadores de los actos de habla, la construcción de testimonios y las potencias de la voz. Es decir, mientras no aprendamos a asimilar las posibilidades que la experiencia sonora brinda. De un lado, su fuerza para replegarse ante las ruinas de un orden social que opera extendiendo continuamente el manto de la mirada; del otro, su efectividad para entender que esta resistencia es el anverso de un apetito por otra vitalidad, un atisbo que puede rastrearse a partir de un poema de Juan Eduardo Cirlot:

El sonido es la muerte que todavía resiste

y levanta, sin manos, un gesto hacia lo vivo.

Jorge Solís Arenazas

Jorge Solís Arenazas nació en la Ciudad de México, en 1981. Se ha desempeñado en diversas labores editoriales y es autor de varios libros. Sus proyectos entremezclan la ciudad, el cine, el sonido y la escritura. Forma parte del equipo de vanosonoro.com