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Del papel a la pantalla

Por María Andrea Giovine /

21 ene 2015

Al pensar en escribir un texto de introducción a la poesía digital, me vinieron a la mente muchas cosas, pero, luego, ordenando un poco mis ideas y dejando de lado por un segundo los conceptos que siempre se asocian con el arte en red, me pregunté algo mucho más simple: ¿acaso las preguntas que nos hacemos en torno a la poesía digital realmente son muy distintas de las que nos hacemos cuando pensamos en la poesía en general? En esencia, creo que no. Me parece que, en términos generales, tanto la poesía de discursividad tradicional que se realiza en papel como la poesía digital tienen un objetivo común: producir una experiencia estética a través de la palabra poética. No obstante, cambiando un poco las palabras de Marshall McLuhan, el soporte es el mensaje y la experiencia estética, sin lugar a dudas, está condicionada en muchos sentidos por el soporte.  

Del papel a la pantalla, los textos no sólo han pasado por un proceso técnico, automatizado, que les permite existir en uno u otro entorno, sino que, poco a poco y de manera muy sólida, se ha ido generando una literatura específicamente concebida y articulada para existir en el entorno digital, es decir, una literatura cuyos códigos tecnológicos y cuyos procesos estéticos impiden su existencia en otros medios, canales o soportes ajenos al universo digital.

  

Antes de reflexionar un poco sobre cuáles son los principales elementos que caracterizan a la poesía digital, habría que mencionar que, desde su aparición, se han usado muchos y muy distintos términos para aludir a ella. Jorge Luiz Antonio ha rastreado los siguientes: Cin(E)poetry, Click poetry, Computer poem, Cyberpoetry, Cyber-visual, Diagram poetry, Digital Clip-poem, Digital poetry, Electric word, Electronic poetry o e-poetry, Hypermedia poetry, Hypertextual poetry, Infopoetry, Internet poetry, Interpoetry o Hypermedia interactive poetry, Intersign poetry, Network hypermedia, New media poetry, New visual poetry, Palm poetry, Permutational poem, Pixel poetry o pixel poetics, Poem-on-computer, Poetechnic o digital poetics, 3D transpoetic, virtual poetry o vpoem. Por su parte, Alain Vuillemin ha sumado otros términos más como: poesía latente, virtual, inmaterial, digital, interactiva, informática, electrónica, mediática, pan-mediática, hipermediática, multimedia, hipermedia o la web-arte, la web-poesía, la web-creación, la e-poesía, la clic-poesía o la ciberpoesía.* 

Algunos de estos nombres han tenido más arraigo que otros y, después de varios años de bautizar una y otra vez a la poesía que nace y vive en el entorno digital, uno de los nombres que más permanencia y estabilidad ha demostrado es el de “poesía digital”. No obstante, el fenómeno mismo de la pluralidad de términos que se han empleado es ya de por sí una carta de creencia muy interesante de esta manifestación artística. Si vemos por un momento la lista anterior, llama la atención que muchos de estos términos describen rasgos definitorios imprescindibles de las poéticas digitales, como su carácter virtual, interactivo, mediático, hipertextual, hipermedial, permutacional, intersígnico, o bien, dan cuenta de la configuración del soporte en el que existen, como es el caso de términos como “pixel poetry”, “poetechnic poetics”, “palm poetry” o “poem-on-computer”.   

Esta dificultad para nombrar, clasificar y analizar es una característica habitual de la literatura post-textual, ya que, al abandonar el papel como lienzo y la página convencional como espacio arquitectónico de la escritura, empleando nuevos medios, nuevas materialidades y nuevas virtualidades, se potencian y multiplican las ya de por sí numerosas posibilidades expresivas de la poeticidad. 

La poesía digital capitaliza los recursos del universo digital con la finalidad de generar creaciones poéticas que comparten muchos de los rasgos de la textualidad digital en general, entre los cuales se encuentran la velocidad, la inmediatez, la accesibilidad, la heterogeneidad discursiva y la polifonía, la autoría colectiva y la transterritorialidad, por mencionar algunos de los más evidentes. Así pues, los poemas digitales son inter/transmediales, intersemióticos, sinestésicos. (En futuras colaboraciones entraré en detalle en estos rasgos y explicaré más a fondo estos conceptos).

Al emplear como soporte la pantalla de la computadora y al hacer uso (estético) de los recursos técnicos, informáticos y configuracionales del ciberespacio, la poesía digital literalmente se mueve ante nuestros ojos (algo que no había sucedido nunca antes en la literatura predigital). En muchos casos, la poesía digital incluye sonido, voz, música y requiere de un lector que no sólo lee/ve/escucha, sino que opera los textos. Los poemas digitales cobran vida cuando el lector se las confiere a través de sus clics, de sus decisiones de interacción múltiple. De ahí que, a la luz de las prácticas de escritura de la textualidad digital, el acto de leer se ha modificado de múltiples maneras convirtiéndose en una actividad rizomática, fragmentaria, de zapping, simultánea, discontinua, no lineal, hipertextual e hipermedial.

Desde sus orígenes hasta la actualidad, la poesía como género ha experimentado numerosas evoluciones. En sus primeros tiempos, la poesía nació vinculada con la oralidad. En este sentido, las figuras de dicción (rimas, aliteraciones, estribillos, anáforas) nos recuerdan que el poema es también para el oído. Con la llegada del poema en prosa y del verso libre, la poesía dejó de lado las camisas de fuerza que la métrica y la versificación le habían impuesto durante siglos. A partir de las propuestas de los poetas visuales y concretos de las vanguardias y postvanguardias, la poesía incorporó las múltiples posibilidades de la imagen a través del empleo de fotografías, diseño o dibujos. La poesía se enamoró de la tipografía de la espacialidad.

 

Desde el surgimiento de las primeras computadoras y de las interfaces más rudimentarias, los poetas comenzaron a explorar las posibilidades de escribir desde, con y hacia la tecnología. La poesía, que siempre estuvo enamorada de la forma, se entregó a los encantos de las múltiples posibilidades de su contenedor virtual. 

Al existir a través de la red, y al seguir las reglas del ciberespacio, los poemas digitales, por lo general, están a un clic de distancia, albergados en páginas y plataformas diseñadas por los artistas en colaboración con los especialistas en tecnología. Entre los poetas y los técnicos en informática se generan múltiples simbiosis creativas que dan lugar a las obras y a un escenario de autoría colectiva, en donde el poeta, ya no es ni el albatros de Baudelaire ni el pequeño Dios de Huidobro, sino alguien que suma su voz a las manos del especialista en software, programación e interfaces. 

Dentro del espectro de la poesía digital hay diversos grados de complejidad en términos del despliegue y la articulación de los recursos de configuración. Algunos poemas capitalizan la hipertextualidad, otros la virtualidad, algunos son juegos tipográficos-sonoros, otros están elaborados desde los planteamientos y procedimientos de la literatura aleatoria. 

Una de las principales características de la poesía digital es la variedad de propuestas artísticas que se pueden consolidar a partir de las posibilidades que ofrecen los recursos informáticos y los lenguajes de programación. Estamos viendo apenas los inicios de estas exploraciones estéticas. Seguramente, las próximas décadas nos sorprenderán con obras muy variadas que nos harán leer de maneras diferentes y nos llevarán a reflexionar sobre los nuevos caminos de la creación artística. 

  * Citado en Textualidades electrónicas: nuevos escenarios para la literatura, editado por Laura Borràs, Editorial EUOC, 2005,  p. 47-48  

María Andrea Giovine

Doctora en Letras

Actualmente trabaja en el Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM.